¿Con qué tiene que ver el miedo al éxito? ¿De dónde proviene la condena al fracaso que sienten y experimentan algunas personas? ¿Es posible enfermar justo cuando uno puede alcanzar la meta deseada? ¿Se trata de una mala casualidad o hay algo más? ¿Existe una relación directa entre la enfermedad y el éxito? ¿Por qué enferman algunas personas cuándo están al borde del logro? ¿Cómo alguien puede fracasar al triunfar?
“Los que fracasan cuando triunfan” es un ensayo de Freud en el que en 1916 describía un fenómeno que apuntaba a la relación que en algunos casos pudo observar, entre el éxito y la enfermedad. Partiendo de este ensayo como referencia trataremos de dar respuesta a las mencionadas cuestiones.
El miedo al éxito.
Pueden sonar conocidas o cotidianas frases como: “Demasiado bonito para ser cierto”, “Ya decía yo, que tanta suerte no podía tener”, “¿Yo? Imposible, cualquier otro es mejor que yo para el puesto”. No es extraño escuchar como algunas predicen con firme convicción reiteradamente sus propios desastres. Ejercen como agoreros de sus propios destinos en el instante oportuno, cuando parecía que todo podría salir bien, que esa vez si era posible, que por fin sería diferente. No hablamos de casualidades fortuitas si no de grandes deseos que han sido perseguidos con intención, con esfuerzo, con constancia y trabajo en muchas de las ocasiones.
Se observa en estas personas la imposibilidad de la fortuna, la creencia firme de que nada bueno les depara la vida.
Este fenómeno les impide disfrutar del éxito, del triunfo o la conquista a quienes lo alcanzan, haciéndose protagonista en ellos una extraña sensación de insatisfacción y fracaso. Algunos son enamorados que tras una larga espera y una difícil conquista sienten una profunda tristeza, apatía y desgana que tornan el éxito de la conquista en la premisa del fracaso.
¿Por qué justo ahora? ¿A caso no era esta la meta deseada?
Estas reacciones vienen dadas por las sensaciones que la persona experimenta en ese preciso instante. Dichas sensaciones no atienden a la razón, no hay lógica consciente que las explique, lo que implica que la persona vivencie dicho fracaso pasivamente. No puede darse cuenta de que se pone en marcha un mecanismo interno de auto boicot. No obstante, es posible averiguar los motivos que las mueven, indagando junto a un profesional de la salud mental, trabajando en un proceso de terapia, para poder darse cuenta de la participación activa implícita en el proceso. Pareciera que un mecanismo interno que escapa al dominio consciente de la persona se instauró en algún momento con un fin saboteador.
La atribución interna del éxito y el fracaso.
Freud, estudió y teorizó sobre el valor y la importancia de los deseos y prohibiciones de cada persona, puesto que de éstos dependerá la atribución interna del éxito y el fracaso. Será precisa esa atribución interna de éxito o el fracaso para poder experimentar uno u otro, difícilmente vendrán dados por atribuciones externas. Cuando la sensación de fracaso proviene de lo más profundo del ser, no importa las veces que a uno le digan lo bueno o maravilloso que es, la sensación de fracaso será una cruda realidad.
¿Significa esto que no tienen valor o importancia los halagos, las felicitaciones y los reconocimientos de los méritos y el esfuerzo?
Para nada en absoluto, ya que los halagos, las felicitaciones y los reconocimientos siguen siendo importantes y valiosos para las personas y las relaciones (sociales, laborales, amorosas, familiares) entre ellas. Celebrar días especiales o señalados, conmemorar hitos y hechos destacables tienen un importante valor para las personas y su salud mental.
El caso por caso en la investigación clínica.
Freud observa en algunos de sus casos clínicos, cómo el fenómeno se repite. Aquellas personas que con deseos y aspiraciones férreos por los que han esperado largo y tendido y por las que han trabajado y peleado, enferman repentinamente cuando se alcanzan, quedando el logro frustrado. Surgen de pronto, síntomas físicos, conductas inapropiadas y poco frecuentes en la persona, que de algún modo impiden o boicotean aquello que tanto se habían deseado. Durante aquel tiempo en el que por causas ajenas a sí mismos, esos deseos y aspiraciones no se cumplían, todo parecía andar bien, pero cuando la meta parece alcanzable algo se vuelve insoportable, lo que imposibilita disfrutar del éxito.
La cuestión de las frustraciones.
La explicación en términos psíquicos que Freud aporta al respecto comienza por la descripción de una serie de frustraciones: las que provienen del interior y las que provienen del exterior. La interior que por sí sola genera una serie de efectos, sólo se hace evidente, poniéndose de manifiesto cuando las frustraciones del exterior caen permitiendo el paso al deseo (la meta), transformando en alcanzable el éxito. Es decir, que cuando los contratiempos externos cesan, emergen las limitaciones con las que la propia persona se boicotea, siendo esto un mecanismo inconsciente.
El conflicto psíquico.
Freud explica que es justo en la etapa adulta cuando este conflicto se pone de manifiesto. No es un conflicto psíquico nuevo, si no, que es una reedición de un conflicto previo, en el que la supuesta victoria (el éxito real en la vida adulta) genera culpa, angustia y frustración, condición mediante la de superar al progenitor. De alguna forma se ha instaurado la prohibición de no superar en éxito al propio padre (madre/padre/tutor/cuidador referente). Motivo este por el que la atribución interna de éxito y fracaso es de crucial importancia. Los éxitos y fracasos deberán ser definidos en función de los deseos y prohibiciones de cada quién y no en función de la valoración externa.
La gran contradicción, funciona como una trampa.
Habitualmente, se persiguen aquellas metas que devuelven y generan satisfacción y alegría en quién dedica su tiempo a lograrlas. Se trata de un pequeño motor que nos moviliza para la meta, es decir, la motivación (el deseo). Cada persona tiene metas, objetivos y ambiciones propias y por tanto también las mueven las motivaciones particulares. La sensación de satisfacción se vuelve placentera, y funciona como combustible para el motor, para la motivación. Siendo de este modo factible lograr el éxito. Ahora bien, en aquellos que fracasan cuando triunfan, este mecanismo interno es una gran contradicción, se vuelve una trampa que los atrapa en la infelicidad e insatisfacción absolutas. Ya que cuando están al borde de alcanzar esa satisfacción, más allá de sentir esa satisfacción placentera y poder regocijarse en alegría, sienten malestar, angustia, tristeza, apatía, culpa…
Algo de lo teórico para poder comprender: ¿De qué hablamos, cuando hablamos de inconsciente?
El inconsciente es el gran desconocido, valga la redundancia. Freud lo describe como una modalidad de funcionamiento, puesto que no se trata de una zona concreta del cerebro. No obstante, no fue él quien hablo por primera vez del inconsciente si no que ya algunos filósofos como G.W. Leibniz y E. Von Hartmann o psicólogos como F. Herbart y W. James ya planteaban su existencia.
Es preciso puntualizar que la descripción que sigue es un breve esbozo que pretende trasladar una idea comprensible acerca de lo que es el inconsciente; una instancia de marcada complejidad que ha generado en la historia grandes debates.
Lo inconsciente en la vida psíquica y su relación con las huellas de la infancia.
La formación del inconsciente como Freud lo describe, lo conforman el conjunto de vivencias y emociones conflictivas que caen bajo la represión. Como mencionaba anteriormente, es un lugar de la mente al que, a priori, no tenemos acceso. Teniendo esto en cuenta, sabemos que la formación del inconsciente empieza en los primeros momentos de la vida. Ya que desde los primeros momentos de la vida experimentamos sensaciones, emociones y vivencias que dada la inmadurez del sistema nervioso no quedan fijadas en la memoria.
No es posible recordar como fuimos nutridos, cuidados, odiados, ignorados, arropados, entendidos, frustrados, mimados, satisfechos, por nuestros padres o cuidadores. De los primeros años de vida solo sabemos lo que nos han contado y, sin embargo, conocemos la envergadura y el valor de estas vivencias, las de la infancia. La huella que dejan es determinante. Por eso para Freud “lo inconsciente de la vida psíquica no es otra cosa que lo infantil” (1915).
El funcionamiento de la mente y la personalidad.
Lo expuesto previamente, tiene que ver con el punto de vista tópico, al que habría que añadir el dinámico y el funcional. Por otro, lado en la segunda tópica Freud describe el “ello”, el “yo” y el “superyó”.
La segunda tópica; ello, yo y superyó.
En la segunda tópica, describe la existencia del “ello”, el “yo” y el “superyó”, son tres sistemas relacionados entre sí que a su vez nos permiten relacionarnos con el entorno. Forman parte de la estructura de la personalidad, del mismo modo que todos los seres humanos disponemos de una estructura ósea similar. Sobre la estructura psíquica se añaden distintos componentes de carácter particular, de modo que en términos de psiquismo se obtienen distintas personalidades del mismo modo en términos físicos, sobre una misma estructura ósea crecen cuerpos de distintas formas.
Es en este punto, sobre la estructura base, el punto en el que influyen las distintas vivencias y experiencias de cada niño que más tarde será un adulto.
El ello, el yo y el superyó.
El “ello” se considera la instancia más arcaica y su funcionamiento se rige por el principio de placer, es decir siempre busca la descarga de cualquier tensión que surja con el fin de alcanzar un estado placentero. Es irracional. El “yo” deriva del “ello” por tanto es una instancia evolutivamente posterior, es una organización coherente dentro del aparato psíquico. Se rige por el principio de realidad. Se encarga de lo percibido por los sentidos y regula los impulsos que provienen del “ello”. También media entre el “ello” y el “superyó”. El “superyó” es la instancia que brota de las normas morales, los valores sociales y culturales. Nos referimos a la conciencia moral.
Cada una de estas instancias funciona dando movimiento a la personalidad, de modo que, entre el principio del placer, el principio de realidad y la moral se juega el asunto.
Retomando la temática que traemos…
Sabemos que se trata de una serie de fuerzas de la moral, las que impiden a la persona disfrutar del éxito deseado y merecido. Es el superyó el encargado de mediar en esta cuestión, aparece imponiendo la prohibición: “Tú no, no debes ser exitoso. No debes ser más exitoso que…” Trae un mandato interior que impide el triunfo esperado.
De alguna forma los mecanismos internos se encuentran ante un conflicto, el deseo de la persona y el mandato interno de prohibición. ¿Qué genera menos malestar? A priori, los síntomas e inhibiciones que impiden conseguir el éxito deseado. La sintomatología con la que las personas en esta conflictiva llegan a consulta, tienen mucho de: tristeza, frustración, angustia, hastío, malestar físico general, cansancio… y toda una retahíla de síntomas que suman en contra de alcanzar el éxito.
Algún ejemplo de la clínica actual:
Llamaremos M, a una mujer joven que acude a consulta porque dice estar confusa, angustiada y apática por momentos, mientras que normalmente es una mujer alegre, extrovertida, simpática y divertida que disfruta mucho del ocio y del tiempo con amigos y compañeros. Consigo trae una historia familiar con un trágico destino en lo amoroso. Tras haber encontrado el amor, una de las figuras parentales fallece, quedando la otra en un duelo difícil de resolver. Pese a esto la figura parental presente rehace su vida y M termina por tener más hermanos.
Por aquel entonces M, traía en su historia una mochila de malas experiencias en lo amoroso. Exitosa en lo académico y lo laboral, exitosa en lo social y desdichada en el amor. Parecía no tener grandes intereses en la pareja, hasta que conoció a un hombre, que de verdad la ilusionó, que le generaba interés, con quién podía sentirse cómoda y por quién expresaba tener sentimientos de afecto. No era un hombre perfecto, de él también se decía que tampoco solía tener demasiado interés en las mujeres. Este aparente hombre difícil desplegaba claras muestras de afecto y simpatía por M.
No obstante, la historia tuvo sus momentos prósperos y sus momentos flacos. De pronto se sucedían acontecimientos que tornaban una y otra vez el rumbo de los encuentros entre ellos. Cuando llegado el momento, este hombre se muestra claro y decidido en su interés por M, ella se angustia, no quiere, le sienta mal, ya no le apetece. De pronto tiene mucho trabajo, todo se le acumula, no tiene tiempo de nada.
Se percibe triste y angustiada al reconocerse así a sí misma. Afirma no entender nada, tiene claro que lo que quiere es una relación de pareja con este hombre, pero cuando todo está a punto, sin darse cuenta lo estropea, suceden cosas que no puede manejar. Surge su sintomatología, la que la trae a consulta.
El trabajo de terapia.
Tras un largo trabajo de terapia, los síntomas remitieron. M logró resolver el conflicto interno que la atrapaba entre culpa y angustia. Una vez más, el mandato interno negaba la realidad y el éxito, aquella que M sentía y todos a su alrededor observaban: el amor puro que sentían el uno por el otro, tras haberse encontrado y haberse conocido. La prohibición que la acompañaba no era otra que la del éxito en el amor.
Del mismo modo que en el caso de M, existen historias similares en relación a los logros académicos o profesionales. Casos en los que se observa que “yo” no tiene permitido desempeñar aquello que le proporcione provecho y éxito ya que el severo “superyó” lo ha prohibido.
Es de este modo como algunas personas se boicotean inconscientemente en el intento de alcanzar el éxito, puesto que el beneficio es evitar un conflicto interno mayor y por ende una angustia y un malestar insoportables.
Freud también expone en su texto de 1916, algunos ejemplos de sus propios historiales.
Son innumerables los casos de neurosis en los que se observa esta cuestión. Afirma ser frecuente encontrar algún caso relacionado con lo académico y lo laboral, de forma que algunas personas con expedientes académicos brillantes, encuentran su futuro profesional truncado por la imposibilidad de terminar por ejemplo la última materia de la carrera. Algunos de los motivos más íntimos de este fracaso pasan por no superar jamás a los padres en cuánto a méritos, o para no terminar algo que realmente nunca desearon empezar.
Me gustaría terminar citando una parte de la nota introductoria de Einige Charaktertypen, al inicio del texto de Freud titulado “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico”.
“Cuando el médico lleva a cabo el tratamiento psicoanalítico de un neurótico, su interés en modo alguno se dirige al carácter de éste. Mucho más le interesa averiguar el significado de sus síntomas, las emociones pulsionales que se ocultan tras ellos y que por su intermedio se satisfacen y las estaciones del secreto camino que ha llevado de aquellos deseos pulsionales a estos síntomas”
Escrito por: Rocío Mallo. Psicoterapeuta. Equipo Clínico de Psicoafirma.
Bibliografía.
Freud, S. (1916) “Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico” Tomo XIV. Amorrortu.
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