Los propósitos de año nuevo.

Los excesos de diciembre y las restricciones de enero, son dos meses que nos invitan a la reflexión. Es enero, comienza el año y para muchos esto significa: “Año nuevo, vida nueva”. Las listas de propósitos de año nuevo no suelen ser ninguna sorpresa puesto se repiten año tras año. Forman parte de rito de nuevo ciclo. Y si hay algo que se repite como propósito a lo largo del año es el de la preocupación por el aspecto físico y la salud, la imagen y la relación con la comida son las cuestiones sobre las que venimos a reflexionar.

El cierre de año.

Las costumbres y las tradiciones nos acompañan desde el principio de la civilización y como no podía ser menos en diciembre, el mes en el que se termina el año, se acostumbra a hacer balance. Muchos se detienen a pensar sobre los objetivos logrados diferenciándolos de las metas pendientes por alcanzar. La moda en redes sociales es compartirlo en formato vídeo reproduciendo momentos significativos de cada mes del año.

El nuevo comienzo.

Mientras que diciembre permanece inundado de tradiciones, encuentros, celebraciones, compras, regalos, luces, comidas y cenas copiosas; enero es el mes de la vuelta a empezar, de las nuevas oportunidades, siendo pistoletazo de salida de nuevos y a veces no tan nuevos propósitos.

Las fiestas navideñas son fechas de encuentros alrededor de la mesa una y otra vez, el mes de diciembre es un continuo no parar de comer y celebrar, entre amigos, compañeros de trabajo, familiares, etc. La comida comanda la inmensa mayoría de los encuentros ¿Cómo nos repercute física y mentalmente? ¿Nos arrastran los excesos? ¿Qué sucede en enero?

Un nuevo ciclo.

Enero significa un nuevo ciclo y como todo nuevo ciclo arranca entre nuevos propósitos. Entre los más habituales encontramos; viajar más, hacer deporte, leer más, dejar de fumar, comer más saludable, encontrar el amor, saldar deudas, pasar más tiempo con amigos, beber menos alcohol, usar menos el móvil, aprender a cocinar, comprar menos cosas que no necesito, decir más veces te quiero, enfrentarme a los problemas, salir de mi zona de confort, dejar de buscar excusas, etc.

Destacan los propósitos dirigidos a la salud física y mental, lo que más preocupa es cuidar el cuerpo y cultivar la mente. Estos propósitos son algunos de los que se repiten año tras año, o ciclo tras ciclo. ¿Por qué no logramos cumplirlos? ¿Por qué insistimos en perseguirlos? ¿Son realistas? Quizás uno de los grandes problemas sea la insatisfacción, siendo así lo preciso sería acudir a un profesional de la salud mental.

En este artículo nos centraremos en otro de esos grandes propósitos centrados en la salud y que apuntan a la relación con el propio cuerpo y la comida. Se trata de aquello que para muchas personas se convierten en tormento especialmente en determinados momentos del año: el cuerpo y la comida.

La influencia del entorno y la cultura en nuestros hábitos.

No importa la época en la que vivamos, que haya más o menos información, más o menos medios de comunicación ya que de un modo u otro el entorno y la cultura nos influyen.  Así es, nuestro entorno y la cultura tienen un papel importante en las decisiones que tomamos. Determina muchos de nuestros hábitos y conductas. Los hábitos, las creencias, las tendencias van cambiando con el paso del tiempo y dan forma a las distintas sociedades en las que vivimos. Pero ¿Cómo nos influyen? ¿Nos benefician o nos perjudican?

Hemos comenzado este artículo haciendo mención a los propósitos de año nuevo y de cómo de un mes a otro las intenciones tornan contrarias. En diciembre, compramos, compramos y compramos porque hay que regalar, ¿Cómo no vamos a tener un regalo para…? pero en enero nos marcamos el propósito de “no gastar dinero en cosas que no necesitamos”. Este es sólo un ejemplo de muchos que podríamos mencionar, sucede lo mismo con la comida; compramos, cocinamos y comemos durante todo el mes de diciembre para restringir y quemar durante los meses venideros.

Será importante tener en cuenta que la influencia del entorno no siempre es manejable, es decir, que condiciona nuestros hábitos y costumbres y no siempre podemos cambiarlos.

Nacemos siendo parte de una familia, que a su vez pertenece a una sociedad y por tanto está inmersa en una cultura. Será esa familia nuestro primer entorno, quienes nos cuiden y nos enseñen esos hábitos y costumbres que ellos también aprendieron, sin darnos cuenta ya comienzan a determinarnos en algunos aspectos. Más tarde y a medida que crecemos vamos conociendo el mundo, eso más allá de la familia y ahí va surgiendo la oportunidad de diferenciarse. Puede construirse algo de lo propio. Construimos la personalidad y poseemos algo que nos diferencia como individuos.

¿Qué sucede cuando nuestras decisiones contradicen a las del entorno? Las opiniones de familiares, amigos, los medios de comunicación, las redes sociales pueden llegar a influirnos complicando la toma de decisiones. Es aquí dónde aparecen algunos de los inconvenientes…

Necesidades biológicas: la alimentación.

Entre nuestras necesidades biológicas está de la de alimentarse. La alimentación forma parte de la vida cotidiana de todo grupo social. No obstante el comportamiento de cada grupo social con la comida varía según la cultura ya que adquiere distintos significados en cada una de ellas. Podríamos decir entonces que comer es un fenómeno social y cultural, mientras que nutrirse o alimentarse tiene que ver con el subsistir, con cubrir una necesidad biológica.

 ¿Comemos sólo para nutrirnos? ¿Nos alimentamos únicamente para cubrir una necesidad biológica?

Desde pequeños nos enseñan a comer, es el especialista (pediatra) quién va marcando la pauta de alimentos a introducir en la dieta del bebé. Tras este primer contacto con los primeros alimentos, es el saber colectivo, construido a lo largo de las generaciones, el que nos enseña de las buenas elecciones alimentarias. Aparecen las distintas creencias y tabúes, que favorecen o condicionan determinados comportamientos con la comida. La religión por ejemplo permite o prohíbe determinados alimentos.

Los expertos en la materia (Fischler 1990) nos cuentan que el hombre como ser omnívoro tiene libertad de elección, así como el condicionamiento de la variedad. ¿Qué nos condiciona? ¿Nos sentimos libres a la hora de comer, ejercemos la libertad de elección? Nos condiciona la sociedad a la que pertenecemos y su elección de alimentos a consumir mediados por razones técnicas y económicas. También nos condiciona el gusto y el sabor, además de las creencias atribuidas sobre los alimentos como buenos o malos, sanos o insanos, más o menos procesados.

“La alimentación es un hecho que trasciende a la biología para entrar de lleno en la cultura”

Entre distintas culturas se observan diferencias como las de las preferencias por unas proteínas u otras como pueden los insectos, el cerdo, la vaca, la rana, los caracoles.

Los usos que se atribuyen a la comida son diversos, siendo imprescindible para la supervivencia de las personas son también motor de lo social entre las personas. Están presentes formando parte del intercambio interpersonal de las relaciones sociales. Una botella de vino, unos dulces, un café, tanto comida como bebida sirven de pretexto para un encuentro e intercambio, para celebrar y agasajar.  Es de esta forma que encontramos diferencias y semejanzas entre culturas, ninguna utiliza la comida única y exclusivamente para nutrirse y todas le dan un sentido y un valor propio.

Funciones socioculturales de la alimentación (Contreras y Gracia 2005)

  1. Satisfacer el hambre y nutrir el cuerpo
  2. Iniciar y mantener relaciones personales y de negocios
  3. Demostrar la naturaleza y extensión de las relaciones sociales
  4. Proporcionar un foco para las actividades comunitarias
  5. Expresar amor y cariño
  6. Expresar individualidad
  7. Proclamar la distintividad de un grupo
  8. Demostrar la pertenencia a un grupo
  9. Hacer frente a stress psicológico o emocional
  10. Significar estatus social
  11. Recompensas o castigos
  12. Reforzar el autoestima y ganar reconocimiento
  13. Ejercer el poder político y económico
  14. Prevenir, diagnosticar y tratar enfermedades físicas.
  15. Prevenir, diagnosticar y tratar enfermedades mentales.
  16. Simbolizar experiencias emocionales.
  17. Manifestar piedad o devoción
  18. Representar seguridad
  19. Expresar sentimientos morales
  20. Significar riqueza

La comida y el cuerpo.

Podemos comprobar como de mediada y comprometida se encuentra la relación que establecemos con la comida y del mismo modo el propósito de cuidarse. Por supuesto, influyen infinidad de factores  además de los que venimos mencionando a la hora lograr poner en marcha esos hábitos saludables que buscamos alcanzar y que los propósitos de año nuevo nos recuerdan. Estos se hacen presentes en cada nuevo ciclo, el previo a la época estival con la llamada “operación biquini”, el fin de las vacaciones con el inicio del “nuevo curso”, y así una y otra vez con la comida y el cuerpo de por medio.

El paso del propósito saludable al problema de salud.

Las fechas navideñas, las épocas estivales y los eventos festivos tienen en común, entre otras cosas, la comida y la vestimenta. Para celebrar y festejar nos acicalamos, brindamos y comemos. Estos eventos suponen un malestar constante para quienes sufren por la mala relación con el propio cuerpo y la comida. Vestirse de gala o desvestirse por el calor del verano supone de un modo u otro mostrarse ante otros, exponerse a las miradas de quienes acompañan. Del mismo modo celebrar con aperitivos, comidas, cenas y brindis implica participar con sufrimiento en aquello que otros disfrutan.

Estamos hablando de los llamados TCA los Trastornos de la Conducta Alimentaria. Este conjunto de trastornos tienen una cara visible de carácter físico pero emanan de diferentes dificultades psicológicas y emocionales. Es por esto que son problemáticas de extrema dificultad y precisan de un completo equipo multidisciplinar de profesionales (psicólogos, psiquiatras, nutricionistas, ginecólogos, endocrinos…)

Los profesionales de la salud mental nos ocupamos de la parte psíquica del problema, que a menudo es difícil valorar y comprender. A diferencia de los problemas físicos consecuentes (más visibles), la parte psicológica precisa de un trabajo constante y minucioso. Es importante destacar que otra de las diferencias es la prioridad y la urgencia de los síntomas físicos frente a los psíquicos ya que de ello depende la supervivencia de quien lo sufre especialmente en los casos más graves.

Reconocer la anorexia o la bulimia.

Es importante conocer que síntomas son los significativos y ante los cuales debemos tomar medidas y pedir ayuda a profesionales. Detectar mayor o menos número de síntomas no significa sufrir o padecer malestar por estas cuestiones, lo que supone la misma necesidad de ayuda. A menudo nos encontramos a personas que no cumplen el total de los criterios de uno de los trastornos descritos concreto pero que oscilan entre unos síntomas y otros sin lograr nunca un bienestar físico y mental.

Responder a estas cuestiones con sinceridad te ayudará a detectar la necesidad de ayuda profesional para resolver tu malestar:

  • ¿Cómo te sientes en los eventos festivos o reuniones con amigos y familiares en los que hay comida? ¿Los evitas, te incomodan, dices que ya has comido y no tienes hambre?
  • ¿La insatisfacción con tu cuerpo y tu imagen es constante pese a lograr cambios saludables?
  • ¿Tiendes a pensar y observar constantemente tu peso?
  • ¿Comer ha dejado de ser una fuente de satisfacción? ¿Te provoca ansiedad o culpa?
  • ¿Mides y restringes comidas del día y/o cantidades de comida?
  • ¿Te percibes con manías o conductas poco habituales a la hora de comer?
  • ¿Planeas y seleccionas minuciosamente de antemano lo que vas a ingerir sin tener en cuenta tu apetito?
  • ¿Comes de forma impulsiva y descontrolada?
  • ¿Bebes constantemente superando la cantidad de 2L diarios con la pretensión de controlar el hambre?
  • ¿O por el contrario no bebes nada de agua?
  • ¿Buscar actividad constante para evitar tener espacio para pensar en como te sientes?
  • ¿Percibes muy cambiante tu estado de ánimo, a expensas de lo que hayas comido o logrado como objetivo?
  • Si eres mujer ¿tienes el ciclo menstrual alterado? ¿Has tenido amenorrea (ausencia de menstruación durante tres ciclos)?
  • ¿Te preocupas de forma obsesiva de las calorías de los alimentos?
  • ¿Cocinas para otras personas porque te gusta pero nunca cocinas para ti?
  • ¿Te defines como perfeccionista y exigente?
  • ¿Tienes pensamientos recurrentes sobre ser el/la mejor amiga, hija, el/la más delgada, etc.?
  • ¿Te percibes con un estado de ánimo irritable?
  • ¿Tus días giran en torno a la comida, comer o no comer, pesar menos o más, perder peso desplazando todo lo demás: aficiones, amigos, familia, etc.?
  • ¿Mientes si poder evitarlo sobre la comida o tu físico?
  • ¿Te percibes distante de la vida social, sales poco de casa o de tu habitación, evitar los encuentros presenciales con amigos y familiares?
  • ¿Sientes que necesitar de otros son debilidades de las personas?
  • ¿Estás muy atento/A a las opiniones de otros sobre ti, dejando de lado tu sensaciones y emociones?

¿Te sientes identificado con 5 o más de las cuestiones previas? Si esto es así deberías buscar a un profesional con el que poder hablar de lo que te ocurre. Identificar esto es el primer gran paso que te ayudará a dejar de experimentar todo ese malestar. No es fácil, ni tampoco rápido, pero es posible lograr resolver dicho sufrimiento.

¿Cómo debemos actuar en el día a día?

Los seres humanos somos seres sociales por naturaleza, nos une y atraviesa la cultura, la disfrutamos en algunas ocasiones y la padecemos en otras. Así lo expresamos porque como ya hemos explicado con el ejemplo de la comida, no siempre es fácil ser y estar. Por eso queremos cerrar este artículo con algunas recomendaciones clave que nos pueden beneficiar a todos y sobre las que es importante detenerse a pensar:

  • ¡Cuidado con las etiquetas! No te dirijas a nadie haciendo referencia a una cualidad física de forma que la defina. Como por ejemplo: ¡Qué glotón! ¡Menuda tragona!
  • No señales la conducta de otros como inadecuada o defectuosa; ¡Come un poco que estás muy delgada! ¡Postre no, que tú engordas!
  • Deja paso al apetito, a las ganas y come aquello que te apetece sin restricciones constantes.
  • Valora si tu alimentación es equilibrada y variada a la vez que te permites disfrutar de la comida. Ese equilibrio es la clave.
  • Descubre con qué disfrutas a la hora de sentarte a la mesa, existen millones de opciones.
  • Aprende a escuchar tu cuerpo, ¿Qué es hambre y qué no?
  • Identifica tus necesidades, no todos tenemos las mismas.
  • Encuentra tus límites, aquellos que te permitan disfrutar de las comidas atravesadas por los eventos sociales sin un resultado de malestar físico por los excesos del evento.
  • Practica una alimentación consciente.
  • Dedica el tiempo preciso a la elaboración y al consumo de cada comida. A veces es preciosa una organización previa para organizar las comidas. De mismo modo reserva un espacio de tu día a día para sentarte y comer. ¡Todo requiere su tiempo!

 

Escrito por: Rocío Mallo. Psicoterapeuta. Equipo Clínico. Psicoafirma. 

Bibliografía

Contreras y Gracia (2005)  Alimentación y cultura: perspectivas antropológicas.

 

 

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