Crecer. La aventura de superar retos

Desde el comienzo de sus días, un niño está dotado para ir superando retos, enfrentando situaciones para su desarrollo y crecimiento. Algunos ejemplos de esto, pueden ser: cuando el niño, tras desarrollar los recursos físicos y cognitivos necesarios comienzan a andar, a leer, o a escribir… uno de los más grandes regalos para los padres es ver a su hijo/a sonreír y poner cara de satisfacción porque ha sido capaz de hacer algo nuevo, algo que para el/ella suponía un reto. Es aquí donde puede comenzar a forjarse el denominado sentimiento de “orgullo”, tan necesario para establecer y formar una sana autoestima.

La tarea de los padres es proveer y facilitar un ambiente facilitador para que el niño desarrolle sus propias capacidades, pueda ir enfrentando sus propios retos y asumiendo sus metas (aunque para los adultos aprender a atarse un nudo de una zapatilla, leer y comprender un cuento, memorizar una poesía…puedan ser cosas asequibles para los niños pueden suponer retos), que es necesario que ellos aprendan a enfrentar por sí mismos, así favorecemos también que el niño/a se desarrolle de forma autónoma.

No hacemos ningún favor a los niños, si consideramos que hacer las cosas por ellos supone quererlos más o ser más benevolentes con ellos significa ser mejores cuidadores.

principito

Todos hemos sido niños alguna vez

En el proceso de crecimiento a los niños les corresponde una cosa: aventurarse, curiosear, descubrir… y a los adultos otra: estimularles, ser una fuente confiable para ellos y animarles a seguir creciendo.

Para los niños crecer es una aventura, en la que como adultos tenemos que acompañarles, estar implicados, pero no invalidar al que le corresponde crecer.

Los adultos debemos ser un elemento de sostén para el niño, una referencia para cuando se sienta inseguro, una fuente fiable, para devolverle que él/ella es capaz y que puede seguir enfrentando su reto: seguir creciendo.

Crecer, se basa en la idea de confiar en que se es capaz de seguir avanzando… por eso, la forma que un adulto tiene de enfrentar madurar y avanzar, tiene mucho que ver con la forma en la que de niño se le dejó crecer, jugar, confiar en sus propias capacidades y recursos para convertirse en un adulto autónomo.

Por eso en las dificultades y los retos que se nos plantean como adultos es importante analizar algunos factores emocionales de nuestro desarrollo infantil. Desde nuestro equipo, comprendemos que existe un nexo de unión entre el proceso de crecimiento, desde los elementos que se desarrollaron en etapas infantiles y las actuales como adultos.

De la idea simbólica que se deja ver en el famoso cuento “El principito” de Saint Exupéry, destacamos el «todos hemos sido niños alguna vez” y la idea de que el proceso de crecimiento es un proceso aditivo, no estancado, en el que se revelan y descubren formas transpersonales de nuestra forma de posicionarnos en el mundo, con otros, y por supuesto, con nosotros mismos.

 

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