Lo vital del afecto, el amor y la amistad.  

Las problemáticas actuales entre los más jóvenes tienen cada vez un mayor tinte relacional. Observamos en la sociedad un cambio radical en el modo que tenemos de relacionarnos. ¿Cómo nos afectan estos cambios? “Tiene problemas de empatía”, “Le cuesta relacionarse con los compañeros”, “Se aísla en el recreo”, “No juega”, “Juega solo”, “No sale, pasa horas y horas frente a la pantalla”. En este artículo queremos detenernos a pensar sobre estas cuestiones y sobre todo aquello que implica la relación con otros. Responderemos y reflexionaremos sobre cuestiones como: lo vital del afecto, el amor y la amistad, el juego y el jugar, el mundo imaginario y sus posibilidades, la distancia social, el efecto de la pandemia y sus consecuencias, la importancia de la relación con los otros para la constitución de lo psíquico y lo subjetivo.

Un cuerpo que crece y nace de otro cuerpo.

Hablar de la amistad significa hablar de vínculo, de relación, de afecto, de amor, de lo comunitario y de lo social, puesto que somos seres gregarios; sociales por naturaleza. Para ser y existir necesitamos de otros con los que relacionarnos o de los que descender. Un cuerpo que crece y nace de otro cuerpo, y un psiquismo que se constituye con otro psiquismo. Para constituirnos como sujetos necesitamos del lazo social; los padres, tíos, abuelos, hermanos, primos, los amigos, compañeros, profesores.

Esteban Levín, Psicólogo y Psicomotricista experto en clínica infantil, nos habla del “entre” como un viaje que comienza durante la infancia. Una experiencia originaria que todo ser humano comparte con otro. Levín nos habla de las relaciones, de la relación que nos une como humanos a otros humanos. Señala que es a través de la transformación que esa experiencia tiene lugar. La transformación de un cuerpo que engendra otro cuerpo, un nuevo descendiente, un bebé que en constante transformación se convierte en sujeto.

La posibilidad de ser alguien diferente.

Ese bebé portador de la herencia que le es dada por aquellos de los que desciende también llega para transformarlos a ellos (a todos); hijos que pasan a ser padres, padres que ahora serán abuelos… ¿Y quién será ese bebé? La alteridad, alguien diferente, pero que forma parte del linaje familiar, que porta algo de lo heredado.

La separación de los cuerpos de madre e hijo que se produce cuando nace un bebé inicia ese “entre”. Abre paso a los distintos modos de relación que comienzan a encadenarse entre el mundo y el bebé, el bebé y el mundo. Sí, el mundo; la temperatura, los sonidos, la luz, los olores, la enfermera, el médico, la madre, el padre, las texturas, el alimento, las caricias, los cuidados, el nombre, las palabras… Comienza esa experiencia de relación que marcará las diferencias. Tras la separación comienza la relación entre los cuerpos.

Lo vital del afecto, el amor y el deseo.

Lo que se juega en ese “entre” del que nos habla Levín, tiene mucho que ver con el amor y el afecto. De esto ya nos habló René Spitz en la década de los 50 del siglo XX. Observó en sus investigaciones que los bebés criados en orfanatos tenían un alto índice de mortandad y aquellos que sobrevivían tenían una tendencia mayor a contraer enfermedades y a padecer problemas psicológicos. El problema era que esos bebes no tenían la posibilidad de establecer una relación de amor con un grupo reducido de cuidadores.

Estas observaciones determinan la importancia de la figura de un cuidador principal que permanezca y que brinde amor a la par que cuidados básicos. Alguien que sienta, quiera y desee a ese bebé como SU bebé, un bebé único y maravilloso. La relación de afecto que se establece entre el bebé y quién está a su cuidado es esa que configura un primer nosotros.

De la relación a la posibilidad de la amistad.

El bebé en su proceso evolutivo pasa de una posición pasiva en la que recibe cuidados a una posición cada vez más activa en la que balbucea, toca, lanza, aprieta, saborea, se da la vuelta, se desplaza, experimenta y se relaciona con los objetos y las personas que lo rodean. Adquieren cada vez mayor capacidad de movimiento que permite la experiencia con el mundo. En el encuentro con el mundo alcanzan a través de los objetos la función de lo lúdico que les permite constituirse.

¿Qué sucede con aquellos niños a los que no les es posible relacionarse?

Estos niños permanecen estáticos pero inmersos en un movimiento que les resulta placentero en sí mismo pero que les limita el contacto con el afuera. Nada puede entrar y nada puede salir, se produce un bloqueo. Se mantienen en una posición que los aísla en donde no hay cabida para lo diferente.

Los niños que sí tienen la posibilidad de poder relacionarse con los objetos, tienen la oportunidad de descubrir los que serán sus juguetes y compañeros de experiencias, esos de los que ya no quieren despegarse, porque son parte de ellos, y los acompañan en su salida al mundo. Con el movimiento descubren lo placentero y lo displacentero, atraviesan lo desconocido para aventurarse a conocer lo corporal y lo no corporal, la diferencia entre el cuerpo propio y el del otro.

La distancia social de la pandemia.

La pandemia COVID-19 privó a muchos niños de estas experiencias, las de la salida al mundo, las de los sonidos, olores y colores del afuera de las paredes del hogar. Fue un tiempo en el que el distanciamiento social era lo que velaba por la vida. Tras la pandemia palpamos en la sociedad las consecuencias psíquicas y emocionales que han quedado en niños y adultos.

Encerrados en la distancia que nos permitió sobrevivir al virus, crecieron aquellos que acababan de llegar al mundo. Niños y niñas privados de las experiencias de salida al afuera, aprendieron a relacionarse en un entorno reducido y distanciado de lo social, de las relaciones con otros mas allá de lo familiar más cercano.

¿Qué observamos en los niños de la pandemia? ¿Qué tipo de diagnósticos infantojuveniles se dan tras la COVID-19? Se observa un aumento de dificultades de relación, en el juego con otros de leguaje y aprendizaje. (Levín, E. 2022).

El NO de la independencia infantil.

Alrededor de los 15 meses aparece el NO que manifiesta algo de la relación con el otro. Es el NO de la independencia, lo que algunos llaman la rebeldía. Los niños comienzan a mostrar oposición frente al entorno expresando algo de lo propio, lo que quieren y lo que no quieren. Esto nos indica que han integrado el NO del adulto. El que proviene de lo que NO se chupa, lo que NO se traga, lo que NO se toca, lo que NO se hace. Un límite que cuida y ordena, que dirige un camino aquel que se debe seguir para continuar creciendo física y psíquicamente. El no marca la diferencia con los otros.

Es un acto de diferencia, a partir del cual uno puede continuar creciendo, descubriendo y experimentando el mundo. Un mundo en el que también están, los ruidos, lo agresivo, lo violento; todo aquello que asusta, que llena de miedo, que aleja de lo placentero del amor y aparece la frustración, la sensación de abandono, aparece el momento en el que el niño se topa con la fragilidad. Ante eso recurre al otro, al adulto, al juguete, al amigo; dependiendo de la escena y el momento evolutivo aparece uno u otro.

Lo posible del juego y el juguete.

En el juego el niño, es niño y la vez pirata; es niño y a la vez coche de carreras; es él y eso otro en lo que se sumerge generando una ficción que le permite jugar y desdoblarse para ponerse en ese otro lugar, dotando de vida y sentido al juego y los objetos. Cuida y cura al cochecito accidentado para que sobreviva, y es aquí en dónde nace la compasión. Cuida y ama a sus juguetes como fue cuidado y amado y así cuidará y amará a los amigos.

En el juego, en la ficción todo es posible, porque no es real. Es posible matar y morir, son posibles el lobo, el malo y el bueno, es posible agredir y ser agredido, es posible acercarse a las sensaciones y las experiencias mas temerosas porque no son reales, porque uno puede salir rápidamente de eso y sentirse en un lugar seguro, que los aleja del miedo y la angustia. Los niños saben que se trata de una ficción, esa que crean en el juego y en la que pueden decidir el principio y el fin (Levín, E. 2022)

La experiencia relacional, la experiencia comunitaria.

Cuando la experiencia relacional no puede desarrollarse en la infancia, lo comunitario se encuentra consecuentemente perjudicado. Hablábamos al inicio de que como humanos somos seres gregarios, necesitamos del lazo social, de lo comunitario. La escuela es la institución al cargo de la experiencia comunitaria, una experiencia que aloja y estructura para aprender con otros.

En la comunidad se tejen las redes, surge la alianza de la amistad. Los niños juegan juntos, comparten tiempo, juegos, juguetes, experiencias, pensamientos. Celebran juntos sus cumpleaños, se reencuentran en el parque con sus amiguitos, comienzan a formar parte, comparten sus diferencias. Lo escolar abre paso al camino por el que la red continúa y se amplía. Los vecinos, los niños del parque, el hijo de la amiga de mamá…

A través de la relación con otros surgen los conflictos, las peleas, amores y desamores, a través de la relación tiene lugar el “entre”, en lo que sucede entre ellos y con ellos. Entre los amigos surgen y circulan las palabras y el lenguaje. Comparten secretos y sentimientos. Nace la amistad y con ella el sentimiento de confianza, intimidad e identidad. Amistad es sinónimo de intimidad y esta ocurre por primera vez en la infancia, abre paso al placer de convivir y compartir con otros.

EL misterioso amigo imaginario

Los niños en su etapa infantil conviven con la ilusión, la imaginación y la fantasía. Es aquí donde surgen los amigos imaginarios, esos que ellos mismos crean y diseñan, esos que también encarnan. Un niño es niño y al mismo tiempo es ese amigo imaginario. Estamos hablando de la capacidad de ser y estar simultáneamente del mismo modo que lo son y están cuando simulan ser un animal u objeto jugando con o sin juguetes.

En este punto los niños tienen la capacidad de transformar la realidad y transformarse en otro. Pueden ocupar el lugar de otro, del amigo imaginario para luego volver a ser ellos mismos, los del inicio del juego. Se abre paso a la posibilidad de lo múltiple y diferente, a la diferencia en sí misma. Juegan una realidad simbólica además de imaginaria. Y disfrutan lo placentero de la creación y realización de la misma.

El amigo imaginario es todo un misterio, es irremplazable, no se ve ni se toca. No puede intercambiarse ni conocerse, solo si el niño decide presentarlo. El amigo imaginario permite construir imágenes, gestos, palabras y deseos. Permite todo aquello que falta y no existe, permite al niño relacionarse con la alteridad, con otro diferente.

Los amigos imaginarios preceden lo que vendrá.

Los amigos imaginarios acompañan a los niños y permanecen en los adultos puesto que nos constituyen. A través de su simbolismo el niño no está solo, ni abandonado, puede experimentar y canalizar los distintos afectos, los miedos, las angustias, las frustraciones. Pueden atisbar el borde, esa diferencia entre el adentro y el afuera. No son en absoluto fantasmas, espectros, alucinaciones o engaños. Son reales y necesarios.

¿Y si un niño no puede desdoblarse en otro como lo hacen los niños con mundos imaginarios?

Esteban Levín señala como los niños con diagnósticos de retraso madurativo, dificultades del desarrollo, Trastornos del Espectro Autista (entre otros) sufren y se defienden con las estereotipias y movimientos que los caracterizan. Observa que estos movimientos no permiten la entrada del otro, no es posible entrar y salir, descubriendo y diferenciando el adentro del afuera. No alcanzan esa capacidad de salir y entrar, de ser y estar desdoblándose en ese otro del que venimos hablando, como si pueden hacer aquellos que logran construir ese mundo imaginario. No pueden construir la pluralidad necesaria para vivir en comunidad, esa que les rodea, esa de la que precisa el ser humano.

¿Qué sucede con la amistad a través de lo virtual?

Tras el fenómeno de la pandemia muchos niños y jóvenes sufren las consecuencias de haber visto limitado su tiempo de juego y ocio con otros semejantes, un tiempo y espacio real y presencial, un tiempo con el cuerpo presente. No obstante, lo virtual permitió algo del contacto entre ellos, conectar y contactar con aquellos a los que ya no podían tocar.

Del efecto de lo presencial (cuerpo mediante) a lo virtual (cuerpo ausente).

Cuando un niño juega, juega con el cuerpo, dramatizan el amor, la vida y la muerte, el miedo y la valentía, etc. Ficciona con otro a través del cuerpo y esto les permite generar la empatía. Deciden cuando empieza y termina el juego. Mientras que, en lo virtual, el cuerpo queda fuera del juego. Pasa de ser sujeto creador a ser objeto de quién creó y diseño el juego, espectador de la trama que lo lleva al final de la partida. No existe la posibilidad de imaginar ni fantasear, no se permite la posibilidad de transformar, ni transformarse.

En lo virtual no existe un espacio para la angustia, la inquietud, el miedo, el sufrimiento. No es posible jugarlo en lo ficticio, porque el juego ya tiene destino. En lo real, en el cuerpo a cuerpo, el niño decide, fluctúa entre ficción y realidad, dando un espacio a la ambivalencia, a la frustración, a los miedos, es dueño del principio y el fin del juego, juega a asustar y ser asustado con la seguridad de poder parar y estar a salvo.

¡Quizás para poder jugar en lo virtual es preciso poder jugar primero con otros constituyendo y constituyéndose en un nosotros!

Es a través del deseo que otro tiene de jugar con uno (juntos) que se constituye lo inconsciente. Esta es una forma de transmitir amor, un amor que permite al niño incorporar lo relativo al cuerpo y al gesto. El impulso y el deseo permiten el vaivén de la entrada y la salida, el adentro y el afuera, jugar con un otro imprime lo experiencia fundante de la relación, de la amistad. De esta forma podemos detenernos a pensar en solo otro y no una pantalla pueden transmitir y permitir la reciprocidad de este deseo y amor del que hablamos.

No debemos perder de vista que dicha experiencia también implica el desamor, la frustración, la decepción. Es real la posibilidad de no ser correspondido. Ya que de este modo toman contacto con lo placentero y lo displacentero de la experiencia de vivir.

 

Escrito por: Rocío Mallo. Psicoterapeuta. Equipo Clínico de Psicoafirma.

Bibliografía.

Levín, E. (2022) Las amistades en las infancias. Una experiencia fundante.

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