¿Existen los manuales de instrucciones para padres?

Reflexionemos sobre la necesidad de las pautas, la importancia de la subjetividad, lo complejo de la emoción, la disciplina, el hacer como padres* y los lugares a los que ese hacer los convoca. ¿Qué es la disciplina? ¿Qué implican los referentes, los líderes y los discípulos? ¿Qué ubica a quién en cada uno de estos lugares?

¿Necesita un padre que le digan cómo ser padre?

En la tarea de ser padre uno siente la necesidad de procurar lo necesario para que el hijo logre ser ese alguien deseado; ¡Que tenga éxito! ¡Que no le falte de nada! ¡Que sea honrado! ¡Que sea educado, respetuoso! Algo de esa necesidad es la que en ocasiones los lleva a acudir al consejo y las recomendaciones de los expertos. No obstante, existen otras razones que apoyan esta iniciativa, como la del enfoque práctico que ofrecen las reglas o instrucciones; ¿Son efectivas? ¿Es posible reducir la complejidad de la evolución del sujeto a una serie de pautas a seguir?

¿Existen los manuales para padres?

La tarea de ser padre.

Las claves (en serie) del éxito

El miedo al fracaso es tan grande que la industria se ha encargado de ofrecer un producto con el que obturar la emoción. “10 pasos para alcanzar el éxito”; éste podría ser el titulo de cualquiera de esos libros de pautas, el cual se podría comparar con el manual de instrucciones para montar un mueble en casa, numerado con cinco, siete o doce pasos sencillos y prácticos. La cuestión de lo práctico es la que conduce a comparar o equiparar a la industria de la producción en serie con la educación de un hijo pautada por un conjunto de claves particulares.

Otro de los motivos que puede llevar a un padre a acudir a manuales, consejos, pautas o técnicas, es el hecho de no observar en el hijo el resultado deseado y por tanto, asumiendo éste como propio se cuestionan sobre qué han hecho mal. Habría que poder preguntarse por ese resultado deseado ¿Cómo es y qué implica? Y habría que poder preguntarse por subjetividad, individualidad e identidad de ese hijo. Puesto que la importancia de hacer lo más conveniente para el hijo, es algo indiscutible.

El hacer con el hijo necesita ser eso que surge de la comprensión y de los sentimientos relacionados con la situación y la relación que se desea entre ambos.

Montar un mueble con una guía de pasos, o producir moda con patrones instaurados en una maquina industrial impide el sentimiento de ser creativo tal y como si podría desplegarse en un artesano o una modista. Del mismo modo que un padre y un hijo no podrán encontrar satisfacción en las decisiones tomadas en sus interacciones, cuando éstas son consejos ajenos y no propios. Ya que se pierde la espontaneidad de la experiencia.

Paradójicamente puede aparecer, en quienes buscan consejo sobre el hacer como padres, un sentimiento de culpa o fracaso por no haber logrado por sí mismos el éxito de la tarea (de ser padres). Surge también la duda sobre si el consejo ayudará a mejorar la situación o la empeorará. Cuestiones válidas puesto que ponen en entredicho algo de la cuestión paterna y algo de la subjetividad de cada individuo. Es decir, “ser o no ser buen padre”, “ser o no ser un individuo único con problemas y circunstancias particulares”.

Aparece el miedo a aquello que se puede perder si el consejo no es el adecuado. Mientras que quién lo ofrece no tiene nada que perder. Puesto que en la tarea de educar los efectos provocados pueden desembocar en verdaderas catástrofes.

La subjetividad

Insistir en la cuestión de la subjetividad es muy importante.  Aunque a menudo las dificultades en la tarea de ser padre, se repiten; no siempre se resuelven de modo idéntico. Cada niño tiene padres y familiares diferentes, viven los procesos evolutivos en sus tiempos particulares, en entornos diversos, etc. Motivos suficientes como para dar lugar a esas cuestiones particulares. Será la atenta escucha de éstas la que permita obtener el éxito deseado frente a la dificultad en cuestión.

Sentir recelo a pedir consejo, es algo contrario a lo descrito pero muy habitual igualmente. Puesto que uno mismo reconoce la certeza de que el problema en cuestión tiene antecedentes propios. Antecedentes en los que ambos padres están implicados de un modo u otro.

El complejo mundo de la emoción

Miedos, anhelos, deseos y fantasías surgen entre un sinfín de emociones y sensaciones, en cualquier padre que cuida y atiende a sus hijos. Es una tarea, para la que todos están preparados pero en la que también surgen dificultades que no siempre son fáciles de manejar. Serán éstas las situaciones en las que contar con el apoyo de un experto que observe y valore la particularidad del caso, sea una cuestión vital.

Del mismo modo que un padre se sitúa en su posición de padre, puede recordar aquello de cuando fue niño. Aquello en relación a como los padres propios resolvieron esos problemas con ellos mismos (ahora adultos en función de padres). Con algunos de los métodos se está de acuerdo y con otros no, no obstante ese método dejó una impresión honda que conserva el peso de la autoridad paterna.

Reorganizando lugares habitados

Reorganizando lugares habitados

El hacer como padre y madre remueve y reorganiza los lugares habitados hasta entonces.

Lo cierto es que resulta complicado asumir consejos sobre el hacer como padre sin experimentar ciertas reacciones personales. Reacciones que obstaculizan la comprensión y la objetividad necesarias. Y al mismo tiempo, esos padres se encuentran sometidos a muchas presiones ya que el niño mantiene el problema que dificulta la vida diaria; no come, no duerme, tiene miedo a los perros, no adquiere el control de esfínteres y un largo etc.

En el amor de un padre por un hijo, también existe la ambivalencia. La difícil tarea de ser padre supone atravesar dificultades y crisis evolutivas que no siempre permiten mantener la calma. Se suceden crisis y situaciones cotidianas que agitan, alteran y remueven las emociones de esos padres. Hijos que desafían y alteran a sus padres y padres que desafiaron y alteraron a los propios.

¡A veces lo mataría! ¡Soy incapaz de tolerar, tal cual actitud o comportamiento! ¡Si no fuese porque es mi hijo…!

Ante los desafíos de los hijos, es útil recordar las ocasiones en que esos mismos padres se comportaban como lo hacen ahora sus hijos. Puesto que todos hemos tenido momentos en que agotamos la paciencia de nuestros padres, momentos de desafío, quejas, protestas, etc.

Mirando a tras, y acudiendo a esa escena en la que uno mismo era hijo, se puede alcanzar a comprender la agitación emotiva que lo invade en situaciones en dónde uno siente heridos sus sentimientos (el hijo se siente herido por el padre). El enfado desaparece cuando se puede dar paso a la paciencia y a la comprensión del dolor interno del hijo, un dolor que trata de esconder bajo esa maldición a un padre o una madre.

Las pautas y la disciplina

La preocupación de estos padres en busca de pautas, es la que tiene que ver con la disciplina. Durante mucho tiempo se ha pensado en que los castigos (habitualmente el castigo corporal) para educar o disciplinar a los niños. Pero si nos detenemos a pensar en el significado de la palabra disciplina todo toma otro camino.

Entre las distintas definiciones de la palabra, la más importante es aquella que hace referencia a la idea de instrucción, “instrucción que se imparte a discípulos o estudiantes “, ”rama del conocimiento o el saber”, “adiestramiento de estudiantes y subordinados”. Un discípulo es alguien que ama y admira a otro, al maestro, a quien seguían en su ejemplo. Un discípulo desea imitar, repetir y continuar los pasos de su maestro.

El amor y la estima de un discípulo por su maestro son piezas fundamentales en el logro de la disciplina, esa instrucción que se imparte. Puesto que tienen el poder de favorecer en los discípulos, la incorporación de los valores e ideas de otra persona, el maestro. La idea de discípulo de la que hablo va más allá de la de aprender ciertas habilidades si no que se trata de la idea de construirse a imagen y semejanza de un maestro, dada la admiración que se le tiene.

 

En conclusión…

La conclusión de esta reflexión es la de que ninguna disciplina se puede imponer y mucho menos a fuerza de golpes. Convertirse en alguien disciplinado se logra, entre otras cosas, siguiendo el ejemplo de alguien a quien se admire y no se admira a nadie que se impone con amenazas.

Trasladando esto a la escena familiar, en dónde nos encontramos a padres que quieren consejos para disciplinar a sus hijos, se obtienen dos conclusiones principales; en primer lugar,  son precisamente los propios padres o cuidadores principales quienes se encuentran en posición de transmitir la propia disciplina y en segundo lugar, nunca será a través de fuerza, castigos o amenazas.

¿Por qué son los padres quienes tienen el poder de la disciplina?

Los niños admiran a sus padres y los padres admiran a sus hijos. Los padres son aquellos que proporcionan los cuidados necesarios para la supervivencia y brindan las circunstancias requeridas en la construcción del psiquismo; calor, amor, seguridad y protección ante los peligros, calma, necesidades fisiológicas cubiertas. Es decir, son las personas más cercanas y unidas que el niño conoce. Lo esperable de un padre con un hijo, es que nadie lo quiere tanto como ese padre lo puede querer.

En el amor entre padres e hijos, se pone en juego el deseo de ser el único, el mejor, el favorito. Tener la creencia de que se es el favorito al menos la mayor parte del tiempo es algo que solo se da si se ha sido el favorito en las ocasiones necesarias. Y es también lo preciso para que la creencia pueda ser interiorizada. El niño admira a sus padres y sufre si percibe que los defrauda con demasiada frecuencia.

 

La mirada decepcionada de un padre sobre un hijo genera en el hijo esa misma mirada decepcionada de sí mismo.

Lo referentes

Cuando el niño crece, y su círculo social se amplía la admiración dirigida hacia los padres, pierde fuerza puesto que aparecen en escena nuevos referentes. Ya no se admira de forma exclusiva a los padres, ahora se admira también a maestros, amigos, artistas,  etc. No obstante, el deseo de ser su favorito permanece con fuerza.

En muchos niños permanece el deseo de ser discípulo de sus padres, amándolos, admirándolos y emulándolos al menos en algunos de los aspectos más importantes del ser. Y ¿Qué ocurre si un niño no encuentra admiración en sus padres? Encontrará otra persona a quien poder admirar y a cuya imagen formarse, alguien que posea la fuerza necesaria para infundirle seguridad.

Líderes y discípulos

El peligro de no adquirir autodominio a una edad temprana, es el de encontrar a un maestro indisciplinado al que emular. El ejemplo de esto lo encontramos en los líderes de bandas, quienes encuentran entre sus miembros fieles discípulos que asumen sus mismos objetivos  y obedecen con admiración aquello que se les pide. Estos jóvenes son empujados por la necesidad de apego. La necesidad de apegarse a alguien a quién admirar y que a cambio ofrezca algo de seguridad y aceptación.

 

Ser paciente es la clave

A la ventaja del apego que poseen los padres con sus hijos, en la tarea de la disciplina, se le une una dificultad más, la fuerza del compromiso emotivo. Que un padre pierda el autodominio, impresiona a un hijo. Es precisamente lo contrario, la paciencia, la que permite transmitir el autodominio. La paciencia es una virtud silenciosa.

 

Lo sutil de la percepción del carácter

Los niños responderán más a su percepción de nuestro carácter que a las órdenes, por muy obedientes que puedan parecer. Ni las circunstancias sociales ni ventajas materiales ejercen influencia en el comportamiento disciplinado. Si no que es el ambiente psicológico y emotivo quien determina dicha disciplina.

 

Lo contraproducente de las órdenes en los niños

Lo cierto es que dar órdenes a un niño sobre lo que debe hacer tiene el efecto de disminuir el respeto que siente por sí mismo y no estimulará la formación de una personalidad independiente.

Cuando alguien ajeno es el encargado de regular los aspectos importantes de la vida y la conducta de un niño, no experimentará la necesidad de aprender a escucharse y regularse por sí mismo, ya que siempre hay otros que lo hacen por él.

 

Castigo y autoridad

El castigo, solo enseñará en el mejor de los casos a obedecer a la autoridad. Sin perder de vista el valor fundamental de la autoridad en el desarrollo psíquico es importante poder plantearse la siguiente cuestión ¿A caso no existen otros métodos de transmitir autoridad?

Es importante tener en cuenta que solo se adquiere la capacidad de dominio sobre uno mismo cuando se ha alcanzado la edad en la que uno ya puede tomar sus propias decisiones. Ya que el autodominio se basa en el deseo de actuar de acuerdo con las propias decisiones.

Imponer disciplina es el gesto automático de quienes actúan con prisa, mientras que por el contrario enseñar autodisciplina requiere de tiempo y paciencia además de la confianza en puesta en el niño: quién por iniciativa propia hará lo que corresponde.

Ser pacientes con los hijos enseña a los niños respeto por sus necesidades y a la vez les inculca la virtud de la paciencia.

El infante no tiene la capacidad de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal desde un punto de vista moral. Por el momento conoce aquello que le genera una buena o mala sensación, lo que le gusta y lo que no le gusta.

La identificación con los padres se da a una edad muy temprana y queda profundamente anclada a la personalidad en desarrollo.

 

Ideas clave:

  • La verdadera autodisciplina comienza en el respeto por uno mismo, ese respeto por uno que le es dado por el otro.
  • Actuar con naturalidad es la mejor de las maneras para lograr marcar impresión en los hijos. Es decir, ser y hacer acorde a los valores propios, de forma espontánea en lo cotidiano sin poner la atención sobre el efecto que la propia conducta tiene sobre el hijo en ese mismo momento.
  • Exigir respeto revela la carencia de convicción de que ese respeto es dado de forma natural (de hijos a padres).
  • Lo que se exige se da a regañadientes, si es que se da.
  • Predicar lo que no se practica, no genera el resultado esperado.

¿Qué dificultades te encuentras como padre? ¿Podemos ayudarte a pensar que ocurre y que soluciones podéis ofrecer a vuestros hijos?

 

*Cuando en el texto aparece el término “Padre” o “Padres”, ambos hacen referencia a quienes asuman las funciones de padre y madre. Quienes podrán ser los progenitores o no.

 

Escrito por: Rocío Mallo. Psicoterapeuta. Equipo Clínico. Psicoafirma.              

Bibliografía

Bettelheim, B. (1998).  ”No hay padres perfectos. El arte de educar a los hijos sin angustias ni complejos”

 

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