Participamos de una nueva transformación tecnológica, una realidad digital que lo lleva todo al extremo.

Transformación tecnológica
La actualidad que vivimos nos mantiene un constante flujo de satisfacción inmediata, “lo quiero ya, aquí y ahora”. Tenemos acceso a información actualizada al minuto, podemos comprar a distancia, ver, escuchar, estar de manera virtual en casa y en cualquier otro lugar. Podemos resolver trámites, recibir atención médica, psicológica, disponer de casi cualquier tipo de servicio y todo a través de una pantalla.
La tecnología nos ofrece infinidad de facilidades pero existen también algunos efectos y consecuencias inesperadas, que ya experimentamos.
Hoy por hoy, pareciera tener más valor la habilidad que permite un mejor dominio de lo digital que la destreza en el desempeño de funciones cognitivas como por ejemplo, la memoria. Lo digital mengua, en este sentido, algunas de nuestras capacidades; y en especial, aquellas genuinamente humanas.
Un asistente virtual
Recurrimos a un dispositivo tecnológico para resolver una operación matemática sencilla, recordar el número de teléfono de un familiar cercano e incluso para recordar el número del portal, piso y letra de ese amigo al que visitamos con frecuencia.
Consultamos en la red, una y otra vez, datos para confirmar y asegurar aquello que ya no nos esforzamos por recordar pero que sí recordaríamos si no tuviésemos la facilidad inmediata del acceso a las respuestas online.
Este aclamado asistente virtual, deja como residuo social un déficit de atención generalizado. Ya no prestamos atención. Recientes estudios en neurología revelan que la capacidad de atención sostenida y focalizada en un mismo estímulo se está reduciendo (Ubieto, J.R. 2019).
Lo digital nos está cambiando
Las tecnologías y la infinita oferta de aplicaciones que existen en el mercado, facilitan la conexión a un otro virtual. Un interlocutor extrafamiliar, que ya está generando cambios en la sociedad. Entre los usuarios de esta infinita oferta virtual, hoy se incluyen los más pequeños de la casa, quienes juegan se relacionan y conocen el mundo de un modo diferente.
Un niño vive conectado a redes sociales, incluso más que muchos de sus adultos inmediatos. Lo que les proporciona un valor de referente que en ocasiones invalida al verdadero referente adulto. Lanzando a estos niños a un cierto desamparo digital.
Obtenemos como resultado una sociedad en la que muchos niños crecen guiados por otros a través de las redes sociales, dejando limitado el papel de los adultos referentes. Quienes deberían ser guía del proyecto de hacerse mayores.

Conexión permanente.
¡La figura del “inflencer”, tan presente en el panorama actual!
Los influencer, son personas que asumen la tarea de anunciar, publicitar, crear tendencia. Están encargados de influir sobre los gustos y opiniones de quienes los siguen y observan día a día a través de redes sociales. Su poder de persuasión reside en el valor que han adquirido de autoridad y relevancia, logrando cambiar el comportamiento y las decisiones de su audiencia.
¿Qué ocurre cuando esta audiencia es un público infantil? ¿Puede un adolescente formar una identidad propia bajo el yugo del marketing y la publicidad?
En el contexto de las redes sociales se pierden la espontaneidad y el caos de la interacción con el otro que rige los encuentros cara a cara y en tiempo real. En la medida en que la relación con el otro se vuelve cada vez más precaria, empobrece la relación que uno establece consigo mismo. De aquí surgen los miedos a encontrarse con uno mismo y a la soledad.
Infancias “hiper”
Jose Ramón Ubieto, nos habla de los “Nin@s hiper”, señala esas infancias hiperactivas, hipersexualizadas, hiperconectadas. Infancias hiperpautadas en las que no existe el vacío, ni el lugar para el aburrimiento, para pensar y en consecuencia para inventar. Poder aburrirse significa poder estar a solas con uno mismo. Lo virtual, ofrece y genera estímulos y respuestas constantes que no dejan lugar a la espera. Aprender a aburrirse es aprender a esperar.
Lo hiper, señala Ubieto, son esas exigencias de funcionamiento y de rendimiento que acompañan hoy la vida de los niños y niñas.
La red
La era actual nos mantiene conectados a la red la mayor parte del día. Cada vez es más habitual, desde edades más tempranas, estar presente en diferentes perfiles de redes sociales y manejarlas a diario desde distintos dispositivos: smartphone, tablet, ordenador portátil, etc.
Esta tendencia en aumento se corresponde con el aumento de las crisis de angustia y ansiedad en las consultas de salud mental. Los llamados millennials (nacidos al principio del siglo XX) son considerados, la generación más estresada según la Asociación Americana de Psicología (Ubieto, J.R. 2019).
No hay espacio para la falta
Nos encontramos con una tecnología que deja poco lugar a la falta, puesto que en este nuevo universo paralelo que supone la red siempre aparece un nuevo estímulo que deriva al sujeto de pantalla en pantalla en un flujo de datos constante que ofrecen satisfacción inmediata.
El ritmo vertiginoso de la actual sociedad que experimentamos, no enseña los tiempos de la espera a los niños ni tampoco la permite a sus adultos; quienes buscan soluciones inmediatas para sus niños y adolescentes frente a conductas propias de la infancia o la adolescencia.
La falta
¿Qué significa esto de la falta? La falta, es un término del que habló Freud. Explicó que durante los primeros años de vida un niño busca la satisfacción a través de la demanda constante. Sus padres o cuidadores principales, serán los encargados de atender a esa demanda.
¿Es posible atender a todo cuanto un niño quiere? ¿Qué pasaría si atendemos a TODO lo que un niño pide? ¿Existiría un límite? ¡No! no habría límite, pero tampoco sería posible colmar la demanda. Por tanto, ¿Qué ocurre cuando se niega la satisfacción a esa demanda? Aparece la frustración.
Tolerar la frustración
Algunos niños toleran mejor que otros esa frustración y otros insisten e insisten con lloros y pataletas. Soportar esa frustración requiere de tiempo y aprendizaje. ¡No todo lo que quiero cuando quiero puede ser!
Ambos, padres e hijos se ven envueltos en esa difícil tarea, sostener la falta, aprender a soportar la falta. Aprender que no toda demanda puede ser satisfecha supone un paso en la estructuración del psiquismo para el niño.
La crisis adolescente
La etapa adolescente, una etapa de crisis precisa de un tiempo de elaboración con referentes que a su vez sean compañeros del proceso que atraviesan. El despertar de un cuerpo nuevo y sexuado que aún resulta de difícil comprensión. Y la salida al mundo, un mundo nuevo y diferente al conocido dentro del núcleo familiar; con todo lo que ello implica.
¡El gran monstruo digital transformado en negocio!
El mundo empresarial y del negocio ha encontrado un nuevo nicho de ganancia a través de esta herramienta digital, transformando las redes sociales en una nueva versión de escaparate con el que mostrar y vender sus productos y servicios. Es de este modo que el sujeto se vuelve objeto, un objeto dirigido y controlado mediante los algoritmos que dirigen el mundo digital.
Un smartphone, ya no sólo es un útil que nos facilita la comunicación, si no que es un complemento que nos hace existir.
Aparece una forma de control, pudiendo obtener datos estadísticos inmediatos que cuantifican visualizaciones, likes, notificaciones, ubicaciones, imágenes, publicaciones, vídeos, tendencias, gustos. Los cuales permiten mejorar la estrategia de venta y de mercado, es algo así como tener el control sobre el usuario.
Retomando eso que acontece en la etapa adolescente: la identidad
La identidad se configura a través de la individuación, se produce cuando el sujeto da paso a la separación, “Salirse de la fusión simbiótica” en palabras de Margaret Mahler. Esta primera individuación se sitúa en la infancia, entre los dieciocho meses y los tres años. Más tarde, el proceso puberal es considerado como una reedición y culminación del proceso de individuación, eso que da lugar a la indiferenciación.
Es el momento en el que se sustituye el vínculo de dependencia con las figuras parentales por las relaciones objetales con autonomía plena. Aparecen las identificaciones con ídolos, los enamoramientos férreos a la par que fugaces y cambiantes, la pertenencia al grupo, y las amistades inseparables, etc.
La individuación
Todo esfuerzo es poco por lograr esa individuación y en último término la identidad propia. Los adolescentes en este momento, precisan de una figura significativa y válida que favorezca ese proceso; adultos referentes, reales, de cuerpo presente.
La adolescencia, se entiende habitualmente como un agente organizador. Una etapa en la que a través de una gran crisis catastrófica se suceden toda una serie de cambios físicos y psíquicos. Es el momento en el que irrumpe la pubertad, la madurez sexual genital impone una serie de transformaciones corporales, anatómicas y funcionales de una forma tan brusca y rápida que en ocasiones generan sentimientos de extrañeza.
La responsabilidad de ser adolescente
Salir de la infancia y adentrarse en lo adolescente, implica renunciar al bienestar que proporciona la posición de dependencia infantil. Significa dejar de ser deseado, como objeto de los cuidados infantiles y pasar a ser un ser un sujeto deseante y por tanto responsable. La pubertad es el momento en el que el sujeto se hace responsable de construir su Otro.
La realidad digital, se presenta en este momento evolutivo, como una herramienta que no siempre es fácil de manejar. Para algunos adolescentes, supone la oportunidad de construir un otro universal que les ayude a transitar la adolescencia. Un nuevo objeto que adquiere el valor de objeto transacional. Y otros utilizan, esta realidad digital, como añadido o extensión de sus vínculos presenciales.
El objeto transacional
Es un concepto teórico definido por D. W. Winnicott para expresar algo del desarrollo de un bebé en sus primeros meses de vida. El objeto transacional o fenómeno transacional viene a señalar “la capacidad del niño para reconocer el objeto como un no-yo”. La existencia del objeto transacional marca esa zona de superposición entre lo propio y lo ajeno. Entre lo interno y lo externo. Señala la capacidad del niño para crear, idear, imaginar.
Un referente digital
Internet se convierte en un lugar en el que buscar respuestas. Influencers, youtubers, se convierten en una referencia para leer y entender el mundo. Muestran una imagen cuidada y preparada, ofrecen un saber hacer y esperan a su vez ser validado por ese destinatario para el que se muestran.
En este tipo de espacios web, se muestra un saber sobre todas y cada una de las cuestiones que puede preocupar a un adolescente, belleza, ciencia, política, música, deporte, habilidades de todo tipo, etc.
La cultura de la imagen y el cuerpo
Vivimos en una cultura de la imagen y el cuerpo como proveedores de identidad. En dónde surge la necesidad constante de retratar y retratarse, para la que Instagram es el escenario perfecto. Un lugar en dónde hay que “estar” para poder “ser”.
Algunos efectos del monstruo digital.
El conocido fenómeno Selfie, es un fenómeno puesto en auge de la mano de la tecnología con la facilidad y comodidad de manejo que proporcionan los smartphone que tienen cámara frontal. Este tipo de dispositivos son los que han permitido esta forma de autorretrato. El éxito del selfie, nos habla de la pasión por verse y ser mirado.
Ya en 2015 se señalaban las cifras de muertes por selfies. Colgarse de un octavo piso o pasear por las vías del tren son dos ejemplos del riesgo que muchos jóvenes están dispuestos a asumir a cambio de poder lograr el selfie más impactante.
Lo digital transforma la percepción del mundo, modifica nuestra relación con las cosas, cambia el modo de relación con nosotros mismos y el modo de interacción y relación entre las personas, acelerando de forma vertiginosa los intercambios y obedeciendo la lógica capitalista, “más y más rápido”.
La intimidad
Según la RAE, la intimidad se define como: zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia. Este concepto de lo íntimo, o privado queda en entredicho con el auge de las tecnologías y las redes sociales, quienes controlan nuestros intereses, manejan nuestros datos personales, conocen nuestra ubicación y a través de las cuales mostramos cada detalle de nuestra vida.
Un momento actual, en el que triunfa el individualismo y el ego debe exponerse para tener valor. Nos mostramos al público a través de imágenes en las que nos proyectamos y que nos devuelven algo de nosotros mismos; selfis, likes, etc. Nos sumergimos en el mercado del goce y el consumo, un mercado en dónde se mezclan narcisismo y dependencia.
Mirarme y que me miren. Ver, oír, hacerse oír; son los ingredientes del llamado narcisismo de masas, nombre con el que algunos teóricos definen el momento actual.
El aparato tecnológico: un complemento del cuerpo
La tecnología nos hace cada vez más dependientes de esos aparatos que la portan. Cada vez más pequeños pero indiscutiblemente dependientes de alguno de estos artefactos; ordenadores portátiles más ligeros, tablets con funciones similares a las del ordenador portátil, relojes digitales que permiten recibir notificaciones en la muñeca, etc.
La dificultad de despegarse de ellos reside en la satisfacción inmediata que produce, y a la vez tan fugaz. No obstante, pronto aparece un nuevo proveedor de satisfacción, una nueva actualización que por supuesto deja obsoleta la anterior y retroalimenta la necesidad de llenar y rellenar la falta con la constante satisfacción que paradójicamente devuelve una insatisfacción.
En definitiva, salud mental
Es innegable reconocer como la red nos absorbe en su multitud de formatos. Producen falta de sueño, ausencia de diálogo, menos encuentros sociales cara a cara, mayor sensación de soledad, incrementa los síntomas depresivos y de ansiedad. Éstos son algunos de los efectos y consecuencias que percibimos en la actualidad pero todavía está por ver cuánto de duraderos y significativos pueden llegar a ser.
Algunos datos ya muestras como el tiempo invertido en las redes, resta tiempo de otro tipo de actividades; deporte, hobbies (ahora más sedentarios), pintura, música, literatura.

Transformación digital. Aislamiento social.
Adolescentes adictos a sus pantallas
Con todo esto es interesante el plantearse que les sucede a esos niños y adolescentes que no pueden interrumpir la conexión a la red y que son calificados de adictos (a sus pantallas). “Adicciones” que algunos padres tratan de extinguir con castigos que restringen por ejemplo el tiempo de uso permitido.
¿Funcionan estos castigos? ¿Logran adquirir conciencia de buen uso? ¿Es realmente una adicción lo que padecen estos adolescentes? Y lo más importante, ¿Qué consecuencias tiene para un adolescente esta calificación de adicto?
Quizás la cuestión debería ser la de entender ¿a qué goce están alineados esos adolescentes? Y ¿qué angustia alivia esa conexión a lo digital? Indagar, en el caso por caso, éstas y otras cuestiones, será la forma de obtener respuestas y herramientas que permitan al adolescente despegarse de ese otro digital. Es importante recordar que, la dificultad de separarse del objeto no debe confundirse con la adicción.
¿Reconoces algunos de estos efectos de la tecnología? ¿Te identificas con algunos de estos síntomas? ¿Haces un buen uso de lo digital?
Escrito por: Rocío Mallo. Psicoterapeuta. Equipo Clínico. Psicoafirma.
Bibliografía
Ubieto, J.R. (2019) Del padre al Ipad. Familias y redes en la era digital.
Winnicott, D.W. (1971) Realidad y juego.
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