Cuando la vuelta de las vacaciones se convierte en un desafío o más bien en el llamado síndrome postvacacional, es preciso poder detenerse a pensar en que es lo que está ocurriendo. ¿Qué es el síndrome postvacacional? ¿Es posible evitarlo? ¿Qué se debe hacer si se padece? ¿A qué se debe prestar atención para pedir ayuda? ¿Cuándo se debe acudir a un profesional? En el presente artículo desarrollaremos cada una de estas cuestiones.
Septiembre es el mes de la reincorporación laboral por excelencia, pese a ser el mes en el que todavía muchas personas hacen el merecido parón de descanso, la inmensa mayoría ya se incorporan. Es importante tener en cuenta que también es el mes de la vuelta a lo académico; colegios, institutos, universidades e instituciones académicas retoman su actividad. Los horarios, agendas, labores y exigencias profesionales apremian y vienen de la mano de un cambio estacional, la llegada del otoño.
La cuesta de septiembre.
Del mismo modo que se sucede la conocida cuesta de enero también se presenta la temida cuesta de septiembre. Éste es un mes de nuevos comienzos, muchos se proponen nuevos propósitos, se plantean nuevos compromisos y nuevos proyectos. También es un mes de muchos gastos, y prisas por las exigencias horarias, se retoman las diversas actividades de ocio, también el deporte. Y en muchas ocasiones se inauguran una serie de etapas para las que uno no siempre se está preparado; los cambios de curso escolar y año académico, nuevas ofertas de empleo y propuesta de proyectos laborales. Se reactiva la actividad cotidiana de un plumazo.
La transición de la mano de la adaptación.
Se trata de un período del año de transición, un momento de muchos cambios en el que la adaptación no siempre es fácil, ni posible. Pasar de la época estival a la exigencia de la rutina laboral y académica requieren de una energía que no sólo tiene que ver con haber logrado el esperado descanso durante el período vacacional. Es por este motivo por el que este momento de cambio supone una posibilidad para detectar diferentes problemáticas causantes de malestar emocional e insatisfacción vital. ¿Se logra la adaptación al cambio? ¿o surgen dificultades que no lo permiten?
Y bien, ¿de qué se habla cuándo se menciona el llamado síndrome postvacacional?
El conocido “síndrome postvacacional” asume en su etiqueta la categoría de cuadro clínico, reúne un conjunto de síntomas que dotan de identidad al período de transición entre la etapa vacacional y la laboral. Se trata de una dificultad de adaptación al cambio, de tal forma que en dicho cuadro clínico coexisten síntomas de malestar general. Éstos provocan un menor rendimiento, dificultad de concentración, dificultad para conciliar el sueño y la mala calidad del mismo, irritabilidad, apatía, aparece una sensación de cansancio extremo, experimentando fuertes sensaciones de desmotivación que dificultan el desempeño de la tarea, sea ésta cual sea: familiar, laboral, académica.
Se suceden un conjunto de síntomas que pueden ser temporales los cuales se enmarcan en dicho cuadro clínico y son etiquetados como síndrome posvacacional. No obstante, no estamos hablando de una patología como tal si no que se trata de un desajuste temporal. Es en esta temporalidad en dónde radica parte de la importancia y gravedad del síndrome. ¿Es realmente temporal? ¿Supera los 15 o 20 días?
¡Irse de vacaciones también es importante!
Cuando nos vamos de vacaciones interrumpimos la rutina, los horarios cambian, el sueño se altera, la alimentación varía y nos permitimos disfrutar de los excesos. Es un período del año en el que es posible relajarse dejando a un lado las exigencias cotidianas. También suele ser un momento perfecto para visitar amigos y familiares por lo que se organizan los encuentros con aquellos a los que más se quiere y se echa de menos el resto del año. Poder disfrutar de estos encuentros suma al descanso una gratificación añadida, la que genera poder disfrutar de los vínculos afectivos.
¿Me relajo en vacaciones o aprovecho para…?
Otra cuestión importante, es la de tener en cuenta el tipo de vacaciones que se escogen ya que uno de los propósitos que tienen es lograr el descanso que se precisa. La época vacacional debería ser un tiempo parar y desconectar, permitiéndote reconectar contigo mismo, con amigos y seres queridos e incluso con aquello que más te gusta hacer y te hace sentir bien.
¿Te has parado a pensar en qué ocupas el tiempo y el espacio que deja lo laboral? Y quizás algo más importante, ¿Tu ocupación laboral deja espacio para el descanso, el ocio y lo propio? ¿De cuánto espacio estamos hablando?
Será preciso poder valorar si el tiempo del que se dispone para descansar está ajustado a la realidad y permite un verdadero descanso. Del mismo modo que esto ofrece una respuesta clara a cuánto de ajustada a la realidad está la exigencia laboral.
¿Qué causa el síndrome postvacacional?
Lo que realmente causa la aparición de los síntomas que determinan el síndrome, es la dificultad de adaptación al cambio, como vengo señalando. La persistencia en el tiempo de dichos síntomas, sería una segunda consecuencia, más grave a la que prestar atención.
¿Cómo evitar experimentar este malestar?
Podemos evitar un cierto malestar, pero no lo que significa el cambio. Todo cambio supone una adaptación y en especial cuando el recorrido tiene que ver con cambiar lo distendido y placentero por la exigencia de la tarea que nos ocupa, insisto una vez más, desde cada uno de los ámbitos que nos atañen (lo familiar, lo académico y lo laboral).
Para afrontar el cambio.
Siguiendo algunas recomendaciones precisas es posible afrontar el cambio de una forma más llevadera. Apuntamos algunas consideraciones a tener en cuenta, tanto antes como después de las vacaciones.
Antes de las vacaciones piensa en qué te apetece realmente y detente a analizar si eso que tanto te apetece te va a permitir descansar o si por el contrario pese a placentero puede suponer más cansancio y estrés por un ritmo frenético. Disponer de poco tiempo en lo cotidiano para actividades que nos apetecen implica introducir con calzador un sinfín de actividades en los días libres o de vacaciones. Las consecuencias son las prisas, los agobios, las pocas horas de sueño… e incluso regresar a lo cotidiano con la lengua fuera y una sensación muy desagradable de hastío y apatía por la exigencia de la reincorporación inmediata.
Antes de las vacaciones:
- Planificar con tiempo las vacaciones.
- Programar viajes y actividades que permitan tiempo de descanso y calma.
- Haz un listado de prioridades.
- Ajusta tiempos y actividades a horarios realistas.
- Respeta un margen de tiempo entre la vuelta de vacaciones y la reincorporación laboral (por ejemplo, 24h como mínimo).
¿Cómo prevenir la aparición de estos síntomas? ¿Es posible eludir el malestar que produce el cambio? ¿De qué manera debo incorporarme a la actividad laboral? ¿Es factible manejar esta parte que tiene que ver con lo laboral?
En cuanto a la vuelta, también serán precisas algunas cuestiones. Organizar un vuelta paulatina y progresiva puede ser la clave principal en este momento del cambio puesto que va a permitir la adaptación de cada cuestión a su tiempo. Quizás no podemos decidir sobre el horario de jornada laboral, pero si sobre la vuelta a las rutinas de deporte y ocio. También es posible reorganizar las labores del hogar de una forma progresiva, repartiendo tareas y priorizando las importantes.
Es recomendable no solapar las vacaciones con la reincorporación laboral. Lo apropiado será reservar parte del tiempo como un tiempo intermedio que permita un espacio de cierre del periodo vacacional y otro que permita la puesta a punto para la reincorporación laboral. Organizar un viaje de vuelta al lugar o ciudad en la que se reside y trabaja con tiempo y sin prisas. Disponer de un tiempo de margen para llegar y deshacer maletas, reorganizar horarios, poner la casa en funcionamiento, retomar las labores y tareas del hogar.
Si de lo que estamos hablando es de una familia con niños, esto será mucho más importante puesto que habrá una serie de adultos al cargo de estos niños, algo que multiplica la tarea. Del mismo modo con los niños, es importante permitir que tengan una vuelta progresiva y organizada ofreciendo el espacio preciso para transitar el cambio.
Otra de las cuestiones clave serán las de las necesidades básicas de toda la familia, como el sueño y la dieta equilibrada, ya que estas dos cuestiones permiten la puesta a punto de la máquina a través de la que materializa el cambio.
Después de las vacaciones:
- Volver un día antes de empezar.
- Procura una incorporación paulatina, progresiva.
- Organizar de nuevo tus rutinas de manera progresiva.
- Mantén un horario estable.
- Mantener una dieta equilibrada.
- Dar prioridad a las horas de descanso.
¿Quiénes son los más afectados por estos síntomas?
Esta sintomatología, será más habitual en personas con un alto nivel de estrés y descontento laboral, ya que volverán a hacerse presente sensaciones como las de no poder con todo, la tensión, la incertidumbre, el insomnio, la fatiga, la ansiedad, la inquietud, el sentimiento de vacío… que probablemente ya existían pero que encierran al individuo en el bucle interminable del que no consigue salir. No hay tiempo para detenerse a pensar en eso que se está sufriendo, en aquello que hace mella.
El caldo de cultivo perfecto.
Está asociado, mayormente a entornos profesionales que implican una potente carga emocional. Esto puede darse en situaciones en las que el estrés laboral ya estaba presente y se sostiene como una constante, como indicaba previamente. En circunstancias como esta es preciso poder detenerse y evaluar ¿Qué estoy sintiendo? ¿La situación me sobrepasa, requiere de mi un esfuerzo extra constante? ¿Con qué puede tener que ver este malestar? ¿Qué puedo hacer para poner remedio?
Algunas de las causas frecuentes son; las de una carga de trabajo poco ajustada a la capacidad real de la jornada, una jornada laboral laxa sin límites establecidos ni respetados, mal ambiente laboral entre compañeros, exigencias excesivas en lo cotidiano, jerarquías de poder abusivas, imposibilidad de ascenso o crecimiento profesional y conflictos en las relaciones interpersonales.
Profundizando en estas cuestiones nos acercamos a otro tipo de cuadro clínico, el síndrome de Burnout.
¿Qué es el síndrome de Burnout?
El llamado síndrome postvacacional suele tener una alta prevalencia con el síndrome de Burnout. Éste es un síndrome caracterizado por un fuerte agotamiento y desgaste emocional. Da cuenta de una situación de insatisfacción laboral no expresada. Tiene que ver con el desgaste profesional, también es conocido como el síndrome de “estar quemado”, traducción literal al castellano. Es un estado de agotamiento mental, emocional y físico consecuente resultado de un escenario laboral insostenible.
Una de las características de este síndrome tiene que ver con el bucle laboral de estrés y exigencia que mencionaba previamente del que en muchas ocasiones es difícil salir. Es decir, se da de forma progresiva y se detecta cuando ya se está “quemado”. Otra de sus características tiene que ver con lo emocional, se genera una fuerte tensión emocional que termina derivando en sintomatología física como el dolor muscular.
El síndrome de estar quemado, tiene mucho que ver con el estrés. ¿Qué es el estrés?
Es considerado por algunos académicos como un proceso biológico normal. Me estoy refiriendo al enfoque fisiológico, que es aquel que considera el estrés en términos de respuesta. Es decir, tiene que ver con la capacidad que posee el organismo para hacer frente a una amenaza o a un acontecimiento potencialmente peligroso para el individuo. Hasta aquí puede comprenderse cuál es su función. Una función que permite la mencionada capacidad de adaptación, dando respuesta a la situación que se plantea como amenazante.
Ahora bien, ¿qué sucede si esa respuesta se sostiene en el tiempo por largos períodos? El organismo se encuentra sometido una excesiva exigencia que termina por agotarlo o lo que es lo mismo quemarlo. Habitualmente en consulta aclaro en términos sencillos que determinados síntomas como el estrés en este caso, son señales de alarma, un grito de auxilio del organismo, incluyendo cuerpo y mente.
Algunas formas de combatir el estrés.
Las técnicas de relajación brindan algunas ventajas sobre el manejo del estrés. Generan una mayor conciencia sobre lo que ocurre en el cuerpo, producen una mayor sensación de control, proporcionan sensación de bienestar y calma, reduce la tensión muscular, la tensión arterial logrando con algunas técnicas concretas una mejora del riego sanguíneo hacia determinados grupos musculares.
Existen diferentes técnicas de relajación, las cuales pueden practicarse a diario para combatir el estrés. La meditación es una práctica muy útil y cada vez más conocida, la respiración diafragmática está relacionada con el modo en que respiramos, la imaginación guiada es un método íntimamente relacionado con la respiración diafragmática y por último la relajación muscular progresiva de Jacobson, que radica en el trabajo del cuerpo por grupos musculares.
¿En dónde es habitual encontrar a personas quemadas por lo laboral?
Se relaciona de una manera muy estrecha con profesiones y profesionales de tinte vocacional. Ya que son situaciones en las que la implicación y dedicación a terceras personas son plenas e incluso excesivas. Algunas de estas profesiones son: cuidadores, enfermeros, médicos, trabajadores sociales, maestros y profesores.
El consecuente consumo no consciente del fármaco.
Algunas de las graves consecuencias de este trastorno tienen que ver con el consumo del fármaco para solventar lo molesto del síntoma. Hago referencia a este consumo como un consumo no consciente puesto que lo que se pone en marcha tiene que ver con callar el síntoma olvidando solucionar la raíz de la problemática que lo causa. Por tanto, el síntoma aparece y reaparece según se pasa el efecto de dicha sustancia. Otras consecuencias encadenadas tienen que ver con la tolerancia a la sustancia, que requiere del aumento de la dosis o el cambio del fármaco y los efectos secundarios que se producen en el organismo por esas mismas sustancias.
¿Cómo reconocer los síntomas de Burnout?
- Experimentar un agotamiento extremo que dificulte el desempeño de las tareas que tengan que ver con lo familiar y los cuidados básicos de uno mismo como por ejemplo sostener una alimentación equilibrada y ajustada.
- Inquietud y falta de concentración permanente.
- Bajo rendimiento, o rendimiento menguado al respecto de metas previas realistas.
- Dolores físicos musculares, como los dolores de cervicales, lumbares, etc.
- Dolor de cabeza persistente como por ejemplo migrañas, a causa de la alta constante de estrés que además no logra calmarse con fármacos.
- Dificultad para conciliar el sueño.
- Irritabilidad expresada en la relación con los otros del entorno.
- Baja autoestima, provocada por una entrega excesiva al bienestar de un tercero mengua el tiempo de dedicación a sí mismo.
¿Te reconoces en alguno de estos estados de forma permanente? ¿Has finalizado septiembre experimentando un malestar de este tipo?
Si reconoces algunos de estos síntomas como característico de tu estado actual durante más de 20 días te recomendamos que acudas a un profesional especialista. El equipo clínico de Psicoafirma está a tu disposición.
Escrito por: Rocío Mallo. Psicoterapeuta. Equipo Clínico. Psicoafirma.
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