El estrés: cuando el cuerpo grita lo que la mente calla.

Actualmente se viven tiempos acelerados. Exigencias laborales, problemas económicos, responsabilidades familiares, noticias inquietantes. Todo parece sumar en una balanza que se inclina hacia el agotamiento. En medio de ese ruido interno y externo, aparece una palabra ya muy conocida e incluso manida: estrés. En este uso cotidiano del término, muchos desconocen su significado y trascendencia reales. ¿Qué es exactamente el estrés? Y más aún, ¿Cómo afecta a las personas?

Estrés, un mecanismo natural hasta cierto punto. 

¿Qué es exactamente el estrés? Un mecanismo natural, hasta cierto punto.

Desde la psicología y la biología, el estrés es una respuesta natural del organismo ante situaciones que se perciben como amenazantes o demandantes. En pequeñas dosis, puede ser útil: activa, enfoca, prepara para reaccionar. Este tipo de estrés se llama eustrés y es funcional.

El problema surge cuando esa activación se vuelve crónica y sostenida en el tiempo. Es lo que se conoce como distrés o estrés negativo, y puede tener consecuencias serias en la salud física y mental.

Una respuesta fisiológica y psicológica adaptativa.

El estrés ha sido descrito como uno de los grandes males contemporáneos. Sin embargo, lejos de ser una anomalía, el estrés es una respuesta fisiológica y psicológica adaptativa ante situaciones percibidas como amenazantes o desafiantes. Desde la teoría general del estrés formulada por Hans Selye (1956), hasta los desarrollos actuales de la neurociencia afectiva, el estrés es considerado un proceso complejo que implica la activación del eje hipotálamo-hipófiso-adrenal (HHA), la secreción de cortisol y la movilización de recursos físicos y cognitivos para enfrentar demandas externas e internas.

No obstante, cuando esta activación se vuelve sostenida, intensa o incontrolable, el estrés deja de cumplir su función adaptativa y se transforma, como se señalaba previamente, en una condición crónica que puede tener consecuencias significativas en la salud física y mental.

Cuando el estrés se vuelve enemigo.

El estrés crónico afecta diversos sistemas del cuerpo. Es en este punto que deja de ser adaptativo y se convierte en un enemigo afectando al sistema nervioso, digestivo, inmunológico y emocional provocando sintomatología diversa.

  • Sistema nervioso: irritabilidad, insomnio, dificultad para concentrarse.
  • Sistema digestivo: acidez, gastritis, colon irritable.
  • Sistema inmunológico: mayor vulnerabilidad a infecciones.
  • Sistema emocional: ansiedad, tristeza, desmotivación, agotamiento.

Además, puede afectar a las relaciones, el rendimiento laboral y la capacidad para tomar decisiones. No siempre se manifiesta con intensidad: a veces, el estrés aparece como un cansancio persistente o una sensación difusa de agobio.

¿Cuáles son las dimensiones del estrés? Fisiología, emoción y cognición.

El estrés puede entenderse como un fenómeno multidimensional. En el plano fisiológico, implica la activación del sistema nervioso autónomo, particularmente del sistema simpático, responsable de preparar al organismo para la acción (respuesta de «lucha o huida»). En el plano psicológico, se manifiesta a través de emociones como la ansiedad, el miedo, la irritabilidad y de procesos cognitivos como la rumiación, la hiperalerta o la anticipación negativa.

Desde el enfoque de Lazarus y Folkman (1984), el estrés se conceptualiza como un proceso de evaluación cognitiva: una situación se torna estresante cuando la persona la percibe como una amenaza que excede sus recursos de afrontamiento. Así, no solo el evento, sino la percepción y valoración subjetiva del mismo, juegan un papel central.

Estrés agudo y/o estrés crónico.

Es importante distinguir entre el estrés agudo, que es puntual y limitado en el tiempo, y el estrés crónico, que se prolonga durante semanas, meses o incluso años. Mientras que el primero puede tener efectos beneficiosos en la atención, la motivación y la respuesta inmunológica (eustrés), el segundo genera desgaste neuroendocrino, conocido como carga alostática (McEwen, 1998).

La exposición continua al cortisol y otros mediadores del estrés tienen grandes consecuencias para las personas y su bienestar, ha sido asociada con:

  • Deterioro del sistema inmunológico.
  • Disfunciones gastrointestinales (gastritis, colitis, intestino irritable).
  • Trastornos del estado de ánimo (ansiedad generalizada, depresión).
  • Trastornos del sueño y fatiga crónica.
  • Alteraciones cognitivas (memoria, concentración, toma de decisiones).

 

El estrés en contextos contemporáneos.

En las sociedades actuales, el estrés no suele provenir de peligros físicos inminentes, sino de fuentes psicosociales: presión laboral, sobrecarga de responsabilidades, precariedad económica, inestabilidad relacional, entre otros. A ello se suma el impacto de la hiperconectividad, que reduce los espacios de recuperación psíquica y mantiene a muchas personas en un estado de alerta constante. Además, la cultura del rendimiento y la autoexigencia tiende a invisibilizar o normalizar el malestar, dificultando su identificación temprana y su abordaje.

Escuchar al cuerpo, cuidar la mente.

El estrés no siempre se puede evitar, pero sí se puede gestionar y abordar. Esto requiere de un ejercicio de conciencia plena, en donde poder parar y preguntarse serán cuestiones clave. Detente y pregúntate acerca de si:

  • ¿Reconoces tus propios límites? ¿te das suficiente espacio de descanso?
  • ¿Eres consciente del presente? Cultivar la presencia, con prácticas como la respiración consciente o la meditación.
  • ¿Te sientes solo o acompañado en tu día a día? Buscar apoyo emocional, ya sea en vínculos cercanos o profesionales.
  • ¿Tus metas son realistas, alcanzables para ti? Revisar exigencias internas, muchas veces más duras que las externas.

Es el momento de buscar ayuda de un profesional de la salud mental.

También es importante recordar que el manejo del estrés requiere intervenciones a distintos niveles: individual, relacional y estructural. Si no se logra una mejoría tras haber puesto en marcha estrategias como las previas, será el momento de buscar ayuda profesional. La psicoterapia es el lugar adecuado con el que abordar esta problemática.

El estrés, en su dimensión aguda, es un mecanismo funcional de supervivencia. Pero cuando se torna persistente y desregulado, puede ser un factor central en el desarrollo de múltiples patologías físicas y psicológicas. Comprenderlo en su complejidad, identificar sus fuentes y aprender a regularlo es un desafío clave para la salud mental contemporánea.

La invitación no es a eliminar el estrés por completo, lo cual sería irreal, sino a reconocer sus señales, validar nuestras emociones, y desarrollar formas más humanas y sostenibles de vivir.

El descanso en verano: mucho más que vacaciones.

El verano es, para muchas personas, sinónimo de vacaciones. Sin embargo, más allá del simple hecho de “no trabajar”, esta época del año ofrece una oportunidad invaluable para reconectar con nuestro bienestar físico y mental. El descanso veraniego no debería ser simplemente una estación del año en la que no se trabaja, sino que debería ser un tiempo de descanso real necesario, reconocido y respetado.

Descansar no es perder el tiempo.

Vivimos en una sociedad que glorifica la productividad y el hacer constante. Incluso en vacaciones, muchas veces se siente la presión de “aprovechar el tiempo” al máximo. Pero descansar, de verdad, es esencial para el equilibrio. Significa parar, bajar el ritmo, recuperar energía y darle un respiro al cuerpo y a la mente.

Durante el año, se acumulan cansancio, estrés, tensiones físicas y mentales que, si no se liberan, pueden derivar en agotamiento crónico, irritabilidad, bajo rendimiento e incluso enfermedades. El verano, con sus días largos, clima amable y cierta flexibilidad horaria, es un contexto privilegiado para recuperar ese equilibrio perdido.

Los beneficios de un buen descanso.

Es por todo esto que se describe previamente que ponemos el acento en lo vital del descanso puesto que tomarse el descanso en serio trae beneficios concretos como la mejora del estado de ánimo, la recuperación física, mayor claridad mental y una reconexión emocional.

  • Mejora del estado de ánimo: El descanso y el ocio reducen el cortisol (la hormona del estrés) y promueven la producción de serotonina y dopamina, neurotransmisores asociados con la sensación de bienestar.
  • Recuperación física: Dormir bien, relajarse y desconectar de la rutina permiten que el cuerpo repare tejidos, recupere energía y refuerce el sistema inmune.
  • Mayor claridad mental: Alejarse de las obligaciones cotidiana ayuda a ver las cosas con más perspectiva, tomar mejores decisiones y despertar la creatividad.
  • Reconexión emocional: El verano brinda tiempo para estar con uno mismo y con los demás desde otro lugar: sin prisas, sin presiones, sin listas interminables de tareas.

No todas las personas descansan igual.

El descanso, al igual que las personas, no tiene una única forma. Para algunos descansar será viajar, para otros quedarse en casa, leer, pasear, dormir más o simplemente no hacer nada. Lo importante es identificar qué actividades (o inactividades) te ayudan a desconectar y recargar. No se trata de cumplir expectativas externas, sino de escuchar las propias necesidades internas. Te invitamos a hacer una profunda reflexión sobre esto puesto que de ello depende tu bienestar.

Cuando hablamos de descanso, solemos pensar en dormir más, dejar de trabajar o irse de vacaciones. Pero desde una perspectiva psicológica, el descanso va mucho más allá de la simple inactividad: es una condición fundamental para la salud mental, la autorregulación emocional y el equilibrio interno.

¿Cómo aprovechar el verano para un descanso real?

En un mundo hiperconectado y exigente, el verano se presenta como una ventana temporal en la que muchas personas pueden, o al menos intentan, parar. No se trata solo de cambiar de actividad, sino de posibilitar un verdadero reajuste del sistema nervioso, una desactivación del modo de supervivencia y una oportunidad para el contacto con uno mismo

Las rutinas de trabajo, las dinámicas familiares, las obligaciones de lo cotidiano a menudo atrapan y no permiten parar, ni tener un espacio suficiente que permita reflexionar sobre lo que de verdad uno necesita, sobre aquello que de verdad uno quiere y que por ser así, le reportaría beneficios. Es por esto que os proponemos algunas ideas clave:

  • Desconecta de lo digital: Apaga notificaciones, reduce el tiempo de pantalla y reconecta con el presente.
  • Duerme más y mejor: Aprovecha para respetar tus ritmos naturales de sueño y duerme cuanto el cuerpo te pida. Si logras acompasar tus horas de vigilia y sueño con las horas diurnas y nocturnas respectivamente, mucho mejor.
  • Muévete sin presión: Caminar, nadar o andar en bici sin un objetivo concreto más que disfrutar. Sostener un cierto ritmo de actividad, pero no por obligación si no de forma placentera será muy beneficioso para tu cuerpo y mente.
  • Date permiso para no hacer nada: A veces, el mejor plan es no tener ninguno.

El verano puede ser un respiro para el estrés.

El verano no es solo una pausa en el calendario: es una oportunidad para recargar energías, reconectar con lo que cada uno es y volver al día a día con más vitalidad y claridad. Porque descansar no es un lujo, es una forma de cuidarse.

 

Vacaciones no siempre son descanso.

Desde la psicología, es importante diferenciar entre vacaciones y verdadero descanso. Hay quienes planifican su verano con una agenda tan apretada como la del resto del año: viajes exprés, compromisos sociales, actividades constantes. Eso puede ser placentero, pero no siempre reparador.

El descanso psicológico implica un espacio de desconexión interna, donde no solo cesan las actividades externas, sino también la exigencia interna, el juicio, la autoexigencia o la necesidad de rendimiento.

Recuperar el vínculo con uno mismo.

El descanso permite algo que en la vida cotidiana muchas veces se posterga: escucharse. En el silencio, en la pausa, emergen emociones, pensamientos, deseos que han estado silenciados por el ritmo frenético del día a día. Lejos de verlo como una amenaza, esto puede ser una oportunidad terapéutica para reconectarse con el mundo interno.

De hecho, muchas personas experimentan en vacaciones lo que algunos llaman síntomas de descompresión: cansancio repentino, tristeza sin causa aparente, irritabilidad o necesidad de estar solos. Esto no indica que algo esté mal, sino todo lo contrario: el cuerpo y la psique comienzan a procesar lo acumulado.

¿Cómo recuperar el vínculo con uno mismo? Algunas claves para un descanso psicológico reparador:

  • Respetar los ritmos internos: Escuchar cuándo se necesita dormir, comer, moverse o simplemente estar en silencio.
  • Soltar la exigencia: No intentar “aprovechar” todo el tiempo libre; el ocio sin productividad también es valioso.
  • Cultivar presencia: Pasear, respirar, leer, contemplar el entorno, sin distracciones. La atención plena favorece la integración emocional.
  • Dar espacio al vacío: No temerle al aburrimiento o a no tener planes. Ahí también hay posibilidad de descanso.

Todas y cada una de estas claves que parecen sencillas implican un gran ejercicio que va en dirección opuesta al ritmo y exigencias de la actualidad que se vive. Ponerlos en práctica no será fácil, no te desanimes si no percibes un gran efecto inmediato, como todo requiere su tiempo.

Recuerda, que el estrés es una señal, no un enemigo.

El estrés es una señal, no un enemigo. Acontece para indicar que algo necesita atención, cambio o cuidado. Escucharlo a tiempo puede ser el primer paso para recuperar el equilibrio, reconectar con uno mismos y vivir desde un lugar más saludable.

Descansar en verano no es una recompensa por haber trabajado duro, descansar en periodo vacacional es una oportunidad para cuidarse. Lograr regular el estrés y descansar en verano cumple una función psíquica esencial para la salud mental. Es en la pausa donde el aparato psíquico puede reorganizarse, el cuerpo recuperarse, y el yo reconectarse consigo mismo.

Más que una evasión, el descanso puede ser un retorno: a lo simple, a lo genuino, a lo que necesitamos. Y ese retorno, bien mirado, puede ser profundamente transformador.

Breve decálogo:

  1. El estrés, es una respuesta adaptativa, es una señal que activa, enfoca, prepara.
  2. El estrés cronificado tiene consecuencias graves para la salud física y mental.
  3. Es un fenómeno multidimensional, implica lo fisiológico, lo emocional y lo cognitivo.
  4. Diferenciar entre estrés agudo y crónico: el estrés agudo, que es puntual y limitado en el tiempo, y el estrés crónico, que se prolonga durante semanas, meses o incluso años.
  5. El estrés en contextos contemporáneos: las fuentes actuales de estrés son de índole psicosocial mayoritariamente.
  6. El estrés se puede gestionar y abordar: siguiendo algunos consejos clave o acudiendo en busca de ayuda de un profesional de la salud mental.
  7. El verano es un momento perfecto para tratar de abordar y gestionar tu estrés haciendo conciencia de todo cuanto te ocurre en cuerpo y mente.
  8. Aprender a descansar para alcanzar una recuperación completa de cuerpo y mente, no es una terea fácil, pero sí necesaria para el bienestar de las personas.
  9. Disfrutar de estar activo, viajar y hacer planes es algo muy placentero para muchas personas, no obstante, también se debe compaginar con parar y desconectar.
  10. Reconectar con uno mismo: respetar los ritmos internos para comer, dormir, moverse o permanecer en descanso. Soltar la exigencia de “aprovechar el tiempo”. Cultivar la presencia, en aquello que te sea placentero. Darse espacio ¿recuerdas lo que es aburrirse?

 

Escrito por: Rocío Mallo, Psicóloga y Psicoterapeuta. Equipo Clínico de Psicoafirma.

Bibliografía

  • Lazarus, R. S., y Folkman, S. (1984). Estrés, Evaluación y Afrontamiento.
  • Sapolsky, R. M. (2004). Por qué las cebras no tienen úlceras.
  • Selye, H. (1956). El estrés de la vida.

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