Confundir el estado de ánimo con un problema de salud mental más grave es algo bastante habitual. La diferencia ente estar «depre» o padecer depresión, es un claro ejemplo. La dificultad para identificar sensaciones, emociones, síntomas y la dificultad de poder relacionarlos con sus causas son una realidad del día a día. Las personas aprenden a reconocer emociones y sensaciones, también identifican síntomas y con ellos acuden a los profesionales que finalmente les ayudarán a encontrarse mejor.
¿De dónde aprendemos?
Algo de esto se aprende del entorno en el que se crece. Se observa a otros, se pregunta a padres, familiares y amigos, se lee en la literatura, se capta de las historias de cine… y nos informamos en internet, el gran doctor Google. Actualmente se tiene fácil acceso a podcast, artículos, documentales, youtubers, y un largo etc. El bombardeo de información en el que estamos constantemente inmersos es infinito, todo esto ¿Ayuda o confunde?, ¿Tranquiliza o asusta?
Lo que en un inicio formaba parte del aprendizaje de la experiencia, pasa a convertirse en la distorsión y la confusión tanto de los términos que definen e identifican aquello que les sucede a las personas como de eso mismo que les acontece. Es de este modo como se confunden los sentimientos de tristeza, desánimo, desilusión, decepción, cansancio… con algo mucho más grave como lo es la depresión. Banalizando consecuentemente, la gravedad de la enfermedad.
Entre la depresión y la tristeza, ¿Qué las diferencia?
Ambos conceptos comparten características, no obstante, tienen muchas diferencias. La tristeza es un sentimiento producto de un acontecimiento, es una reacción psicológica ante una situación que genera impacto. Surge ante el dolor (emocional), ante una pérdida, una decepción, un fracaso, un cambio inesperado, etc. y tiene una duración determinada.
Podríamos decir que es una herramienta que permite al psiquismo gestionar y reaccionar ante eso que acontece y da paso a la adaptación de las nuevas circunstancias. Aquí radica la vital importancia de la tristeza, en la función que cumple. Será importante permitirle el espacio que precisa evitando evadirse de ella y pudiendo llorar si surge la necesidad.
A diferencia de la tristeza, la depresión puede extenderse en el tiempo, no tiene un plazo determinado. Tiene la categoría de trastorno del ánimo e implica sentimientos de tristeza, malestar, apatía, desánimo, etc. La depresión afecta al cuerpo y a la mente, irrumpe la forma de vida o más bien la interrumpe. La depresión precisa de la atención de un profesional de la salud mental para lograr superarla.
¿Qué es realmente la depresión?
La depresión es una enfermedad que se enraíza en lo emocional e invade a la persona a través de lo psíquico e incluso lo corporal. Implica un trastorno en el estado de ánimo. Se caracteriza por la desregulación del mismo y dentro de este se incluyen diversas variantes: trastorno depresivo mayor, distimia, trastorno depresivo inducido por sustancias/medicamentos, etc. Los rasgos comunes en todos ellos y característicos de la depresión son la presencia de ánimo triste, sensación de vacío, irritabilidad, culpa y una reseñable dificultad para disfrutar de las cosas y los acontecimientos de la vida. La depresión implica una pérdida del interés por las cosas y una dificultad para experimentar placer.
A menudo, se generan cambios fácilmente perceptibles en quienes la padecen. Surgen otras dolencias que a priori no están relacionadas, sintomatología somática como dolor de estómago, dolor de cabeza, caída del cabello, aumento o pérdida de peso corporal, alteraciones del sueño… Y también es habitual que aquello que la padecen perciban mermadas sus capacidades cognitivas: pérdida de memoria, dificultades para centrar la atención, la concentración…
Los datos de la depresión crecen.
Cada vez es más común oír hablar de ella, o conocer casos de conocidos que la padecen o la han padecido. La pandemia ha disparado las cifras y cada vez son más personas las que han visto su salud mental dañada. La OMS (Organización Mundial de la Salud) nos arroja cifras estremecedoras acerca de la prevalencia del trastorno depresivo. Se estima que el 3,8% de la población sufre depresión, 280 millones de personas aproximadamente a nivel mundial. La depresión es un problema a nivel mundial actualmente, siendo una de las principales causas de preocupación en distintos lugares. Se pronostica un crecimiento de la misma, en los próximos años.
La duración de la depresión.
Ningún experto dictamina el tiempo en el que aparece, transcurre y se resuelve una depresión puesto que es muy variable dependiendo de cada caso. Muchas personas sufren durante años la sintomatología asociada a la depresión y asumen ese estado emocional como parte de la normalidad, en estos casos no existe una conciencia real de enfermedad. No obstante, incluso cuando existe una cierta conciencia de enfermedad, los síntomas pueden permanecer meses o años.
¿En qué momento se puede decir que se está dando una depresión? Siempre que se manifiesten de forma sostenida durante más de dos semanas varios de los síntomas que se describen dentro del trastorno, lo más probable es que se trate de un trastorno de depresión. El primer paso es poder detectarlo.
La depresión es una enfermedad que puede permanecer encubierta, difícil de detectar incluso por algunos expertos ya que puede presentarse con síntomas visibles relacionados con la hiperactividad, la manía, el consumo de sustancias, una excesiva actividad en el ocio, el trabajo, etc.
¿Qué causa la depresión?
Son innumerables las causas que se pueden mencionar acerca de lo que desencadena una depresión. Pero son siempre situaciones de la vida cotidiana; la pérdida de un ser querido, el estrés constante, la soledad, dificultades económicas, una ruptura amorosa, etc.
Es frecuente que la depresión aparezca asociada a otros factores, como los biológicos y psicosociales, no obstante, es importante no perder de vista aquello que diferencia a las personas y que los enmarca como sujetos únicos. ¿Existimos en las mismas circunstancias? ¿Crecemos en los mismos entornos? ¿Nos rodean los mismos tipos de personas? ¿Disponemos de las mismas herramientas? ¿Nos desenvolvemos de la misma forma?
El conjunto de estas circunstancias y características serán las que permitan o impidan el desarrollo de la enfermedad. Es curioso observar como los seres humanos han adquirido a lo largo de los años un dominio sobre muchas enfermedades logrando erradicar algunas, pero todavía no sucede esto con la depresión, catalogada por muchos expertos como “la enfermedad del siglo XXI”.
¿Qué síntomas identificar ante una depresión?
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Pérdida del interés, apatía.
Apatía, falta de vigor o energía, indolencia. Aquellas cosas, actividades o personas que antes generaban interés pierden su valor. De forma paulatina, la persona deja de lado actividades de ocio, deporte, cada vez son menos frecuentes los encuentros con amigos y allegados, y se comienza a hacer a hacer evidente un cierto aislamiento.
La apatía y la falta de energía impiden a las personas con depresión afrontar las obligaciones laborales, familiares y cotidianas. Sienten que nada merece la pena.
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Dificultad para experimentar placer.
Toda actividad o circunstancia que pudiese proporcionar una sensación placentera, pierde de algún modo esa capacidad. De este modo desaparece el interés por cualquier actividad entre ellas el sexo. Durante los estados depresivos se produce una disminución del apetito sexual significativa llegando incluso a la impotencia en los hombres.
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Insomnio, o dificultades para dormir y cansancio.
La depresión trae consigo como una de sus principales características la apatía y la pérdida del interés, con esta desgana mencionada previamente, coexiste una sensación de cansancio extremo y sensación de fatiga que lo dificulta todo un poco más. Por otra parte, la sensación de malestar, la angustia y la ansiedad que se experimentan dificultan el sueño, y en consecuencia el cansancio, lo que alimenta la primera circunstancia.
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Sentimiento de culpa.
El malestar emocional vuelca contra uno mismo la responsabilidad de forma que aparece la culpa. La sensación de no avanzar, de no lograr una solución al problema o a los problemas que surgen en la vida hacen emergen pensamientos recurrentes de inutilidad, de odio contra uno mismo: “Que más da, a nadie le importa” “Todo es por mi culpa”.
- Sentimientos de desesperanza y desamparo.
Los sentimientos de desesperanza y desamparo están relacionados con cómo se concibe la vida. Bajo los efectos del ánimo deprimido es probable percibir los avatares de la vida cotidiana como grandes dificultades imposibles de afrontar, perdiendo la esperanza de lograr soluciones que permitan una mejora del ánimo y un mayor bienestar. Consecuentemente surge la percepción de desamparo, la persona se percibe sola ante el peligro.
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La ansiedad.
La ansiedad es un trastorno que habitualmente convive con la depresión. Esto no significa que la depresión cause ansiedad, si no que también puede darse con ella. No obstante, cualquier manifestación de ansiedad es señal de que algo ocurre, pide ayuda.
¿Cómo identificar la ansiedad?
Existen dos tipos de síntomas, los físicos (presión en el pecho, dificultad para respirar, taquicardias, sudoración intensa, temblores o espasmos musculares) y los psíquicos (nerviosismo, inquietud, tensión, sensación de estar en peligro, miedo, pánico, dificultad para concentrarse o dejar de pensar en lo que te preocupa).
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Pérdida o aumento de apetito y de peso.
Tener más o menos apetito y consecuencia, subir o bajar de peso, son cuestiones que pueden darse de forma diferente en distintas personas que padezcan depresión. Lo que determina si estos cambios tienen relación o no con la depresión es la intencionalidad. Si la persona de pronto percibe estos cambios en su apetito y en consecuencia en su estado físico significa que, puede haber una depresión. Si estos cambios se dan porque la persona come o deja de comer de forma intencional, entonces no está relacionado con la depresión.
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Cambios significativos en el estado de ánimo.
Es habitual que en la depresión se den cambios bruscos e impredecibles en el estado de ánimo. A menudo, esto es algo que suelen percibir las personas que conviven diariamente con quienes padecen la depresión. Altibajos emocionales inmediatos, que estarían indicando una posible depresión.
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Pensamientos o ideas de muerte o suicidio.
Es habitual que las personas con ánimo deprimido hablen de la muerte y del suicidio. En este punto es importante recordar darle siempre la importancia que realmente tienen estas ideas y verbalizaciones, algo grave le sucede a la persona que se pronuncia en este sentido.
En España, el suicidio, es la primera causa de muerte natural. Cada año se suicidan 700.000 personas en todo el mundo. El suicidio es la cuarta causa de muerte en el grupo etario de 16 a 29 años (OMS 2023).
En este punto os recordamos el teléfono gratuito habilitado en España contra el suicidio: 024. Este teléfono proporciona atención a todas las personas en riesgo con pensamientos o ideas de suicidio.
La depresión postparto.
Es un tipo de depresión del que quizás no se habla tanto, ¿Cómo es posible que una mujer sufra depresión tras dar a luz? Sí, es una realidad. Es un momento de la importante de la vida en el que muchas cosas cambian.
De pronto y frente a la maternidad, surge la llamada ambivalencia. Sentimientos encontrados que emanan de la propia mujer, que pasa a ser madre y aquellos que se suponen desde la cultura que una mujer que se convierte en madre debe experimentar. Esto implica sentimientos de confusión y culpa, por ser o estar como se espera de una madre, de una “buena madre” que acaba de encontrarse físicamente con su bebé.
Este estado emocional puede tener su origen en algunas de estas u otras reacciones emocionales ocultas, en un duelo por la etapa previa, un exceso de exigencia, etc.
¿Qué ocurre cuando se es madre?
Como decíamos, pareciera incompatible la expresión de la depresión justo en el momento en el que se trae al mundo a un hijo. Éste es un momento idealizado en muchas ocasiones por la mayoría de las personas. La idea de ser madre, se alimenta de expectativas poco reales producto de esa idealización.
De las madres se dice que pueden con todo, que siempre saben que hacer y cómo hacerlo, que siempre están, nunca se cansan, que todo cuanto hacen lo hacen a la perfección. Estas creencias no dejan margen al cansancio, no dan chance a la duda, al enfado, a la tristeza, no contemplan la necesidad de ayuda de otro. Y lo peor es que una madre ya no es nada más que eso, madre. De algún modo desaparece la posibilidad de ser mujer, amiga, responsable y duela de su vida laboral, de pareja, etc. Todo queda a un lado, porque ahora se es madre.
¿Cómo hacer frente? ¿Es posible expresar alguna de lo que sucede?
La tristeza, la angustia, el desánimo, pueden llegar entre otras cosas en los momentos en lo que no hay cabida a expresar algo que no sea alegría y felicidad en su máxima expresión con la maternidad. Surge la disyuntiva entre lo que debería sentir y expresar y lo que de verdad siente esa madre que sufre depresión postparto. ¿Hay algo más bonito que ser madre?
La forma de poder hacer frente a este momento del ciclo vital comienza su recorrido en comprender que eso, la maternidad y el dar a luz suponen un gran cambio. Se adquiere un nuevo rol, que se suma al previo, al de ser mujer (entre otros). Ser madre lo cambia todo en la cadena generacional.
Acontece un reajuste vital.
A lo largo de la vida se atraviesan distintas etapas evolutivas, cada una de ellas supone siempre un momento de crisis y reajuste. Forman parte de un proceso al que hay que lograr adaptarse. Esto no siempre se logra, pueden surgir estados de confusión, rabia, tristeza, miedo, angustia. ¿Qué sucede si esto se da tras un parto? Todo se complica cuando además de las dificultades que ya exponíamos al inicio frente a la identificación de la depresión, se dan cuestiones como la de la idealización y las expectativas dirigidas a la expresión de lo contrario. La cultura asume la maternidad como un estado de satisfacción y felicidad pleno, en donde todo es soportable.
¿Qué se puede hacer ante una crisis vital?
Avanzar, crecer, no es fácil. El miedo a la incertidumbre, paraliza. Todo esto implica dificultades que sumadas a un proceso como la maternidad pueden abrumar hasta el punto de caer en una depresión.
Atender al malestar, detenerse frente a eso que te sucede o que quizás percibas que le sucede a otro a tu alrededor es el primero de los pasos. Asimilar eso que se vive y reconocer que algo no va bien es un paso complejo, difícil, pero que marca la diferencia cuando se alcanza. Lograr identificar eso que ocurre, quizás incluso ponerle algún nombre, y dar el paso de compartirlo con alguien, es el camino para resolverlo. En algunas ocasiones puede ser fácil compartirlo con alguien cercano y de confianza, en otras quizás la alternativa sea la de acudir a un experto en busca de ayuda. Para entonces comenzarán a llegar las preguntas y más tarde encontrarás las respuestas, resolviendo el malestar y la angustia, en el caso de la depresión, la enfermedad.
Escrito por: Rocío Mallo. Psicoterapeuta. Equipo Clínico de Psicoafirma.
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