La magia de la Navidad

¿Por qué es importante la Navidad? ¿Los Reyes Magos solo traen regalos? ¿Qué significado abstracto tienen los días festivos? ¿Cuál es la magia de la Navidad?

Diciembre, es el mes de las celebraciones y reuniones familiares por excelencia. Es el mes de la magia de la Navidad. Son fechas en las que todos nos reunimos para celebrar en familia, con algún ser querido o con la comunidad inmediatamente más cercana. Lo importante es reunirse.

Diciembre resume, esos días del año señalados en el calendario y para los que uno se prepara durante meses; los niños, los papás, los abuelos y familiares, los amigos, Papá Noel y los Reyes Magos, las instituciones, las empresas, los negocios de hostelería, de moda, el marketing y la publicidad.

La cuestión Navideña

No obstante la Navidad contiene un significado verdaderamente trascendental para el ser humano. ¿Qué se celebra exactamente? ¿En qué radica la importancia? ¿Cuál es el significado de celebrar y reunirse? ¿En qué transciende al ser humano? ¿Qué se prepara durante meses? ¿Para quién o quiénes son importantes estas fechas?

La realidad de la sociedad consumista en la que vivimos es que existe una marcada tendencia al consumo compulsivo de objetos materiales. Se podría decir que esto tampona la historia que cuenta y transmite la tradición, el cuento original que explica el origen; el porqué de la navidad, el porqué de un árbol, el porqué de las luces, los regalos, etc.

Lo cierto es que a lo largo de la historia se han ido dando multitud de cambios sociales e históricos, que a su vez han ido moldeando las distintas tradiciones. No obstante algo de lo esencial perdura, como por ejemplo la magia de la navidad.

El valor simbólico de las festividades

Los ritos, eran las fiestas de entonces, reuniones convocadas con regularidad y con un objetivo concreto. Algunos de los motivos principales eran por ejemplo, garantizar la fertilidad o celebrar ritos de paso. Actualmente las festividades de la índole que sean (religiosas o patrióticas) siguen celebrando el nacimiento; o bien porque de eso se trata o bien porque de lo que se trata es, “de nueva oportunidad”, la oportunidad de un nuevo comienzo “una nueva vida”.

Año nuevo: el comienzo de un año más, un cumpleaños: celebrar la vida, la Navidad: el día en el que se celebra el nacimiento de Jesús. ¿Qué puede ser más mágico que el nacimiento de un niño o el nacimiento del mundo? Poder empezar de cero es algo que resulta mágico de una forma especial para el ser humano. Quizás poder pensar en todo cuanto despierta el anuncio de un nuevo ser en la familia pueda también acercarnos a esclarecer algo de esto.

Sí, es importante y significativo vestirse para la ocasión.

Hay algo de tradicional y de mágico en el hecho de “ponerse guapo” para las fiestas y celebraciones. Pese a que algo se nos cuela de la sociedad del consumo, no se puede obviar el vestigio de lo tradicional. Desde los comienzos las reuniones, fiestas, celebraciones y ritos han incluido vestimentas y adornos especiales y diferentes que marcaban el significado mágico  y significativo del evento.

Con esto podemos empezar a esclarecer algunas de las cuestiones a pensar, puesto que ¡Sí! tiene un sentido arreglarse, vestirse, adornarse, para la ocasión. Gorritos de cumpleaños, guirnaldas de navidad, vestimenta festiva, prendas elegantes, etc. Es importante y mágico el hecho de hacerlo, pero también lo es el hecho de prepararlo.  Prepararse implica fantasear previamente con ese día tan especial que está por llegar.

Algunos significados

Los fuegos artificiales y las luces del árbol de navidad, las luces que decoran los hogares o las ciudades simbolizan el gozo de la libertad y una vida nueva, la luz de Jesús que ilumina el mundo. El árbol de Navidad hace referencia al árbol del Paraíso, al pecado original y a Jesús como redentor de todos los pecados. Es importante no olvidar que la hoja perenne es símbolo de la vida eterna. La estrella es símbolo de guía, en referencia a la estrella de Belén. Las bolas con que adornamos el árbol de navidad, originalmente manzanas en referencia a las tentaciones. Las guirnaldas y espumillones, son símbolo de unidad y alegría.

En épocas en las que todavía no se encendía el árbol de Navidad, los paganos de la Europa del Norte, encendían grandes hogueras en las cimas de las montañas el mismo día del solsticio de invierno. Buscaban estimular simbólica o mágicamente al Sol, con la intención de mantener días más calientes y con más luz (Bettelheim, B. 1988). Los judíos también tenían su particular costumbre de encender velas durante la fiesta de Hankkah, que celebra un acontecimiento mágico. Y desde entonces perdura algo de este ritual mágico de encender e iluminar.

Algunos significados han ido cambiando pero lo que se mantiene en las celebraciones cristianas es la celebración de “un niño portentoso” que llegó para crear una nueva era y dar sentido a toda vida humana.

¿Qué tienen de particular las fiestas de los niños?

En esos días en los que el niño es el protagonista de la fiesta, se les coloca en lugar distinto al habitual, un lugar especial por un día, algo de la autoridad desaparece. De esta forma, por ejemplo en el día de su cumpleaños él, es el rey. Se les brinda la oportunidad de pedir o exigir algo de lo que deseen, o pueden asustar a un adulto si de Halloween se trata. En este intercambio de rangos y con estas contribuciones mágicas se contribuye a ese significado especial y agradable para el niño.

Es importante celebrar de una forma especial los días señalados dedicados a los niños

Es necesario que los niños puedan disfrutar de estos eventos y de lo que ellos simbolizan puesto que todos y cada uno de estos significados simbólicos se integran y perduran en nuestra experiencia inconsciente del mundo. Podríamos decir que la forma en que se celebraron determinadas celebraciones en nuestra infancia deja una huella que perdura de por vida.

Especialmente los niños, esperan como agua de mayo esas fechas señaladas durante todo el año; la Navidad, los Reyes Magos, los cumpleaños. Los placeres festivos se anticipan y fantasean durante las semanas previas e incluso durante el año entero.

¿Qué organiza el calendario?

Recuerdo una anécdota de hace unos años, en los meses de verano. Acompañé a una amiga a pasar unos días en su pueblo. Coincidiendo con las fechas de las fiestas patronales del mismo, la idea era disfrutarlas con ella, sus amigos y familiares. Tras el último gran día de fiesta, una de las amigas y habitante del lugar dijo contundente y convencida: “Ya solo quedan 364 días para la Fiesta de…” Me quedé asombrada, al pensar que inmediatamente al día siguiente del fin de la semana de fiestas alguien pudiese ansiar de nuevo ese momento.

Esta anécdota es reflejo de eso que suponen las fiestas y celebraciones. Señalan nuestra vida de una forma muy gratificante. Nos llenan de ilusión, de fantasía y dan un sentido positivo al trascurso del tiempo.

Es fácil deslizarse por la idea de que los adultos no debemos dejarnos llevar por la fantasía, la emoción, la ilusión o la magia de los eventos especiales como por ejemplo la Navidad, pero lo cierto es que su significado permanece profundamente anclado en nuestro inconsciente. Es decir, que lo que sentimos en relación a estos días especiales y mágicos está interiorizado y forma parte de nosotros, lo ocultemos o no.

Festividades que cambian

La Navidad es una festividad esencialmente religiosa que se ha extendido de forma que algunas de sus características han cambiado. En esta celebración, lo propio era regalar a los niños única y exclusivamente, actualmente la Navidad es ya una fiesta familiar, una ocasión de reunión familiar en la que todos los miembros participan por igual de forma que cada integrante de la familia, sea niño o adulto recibe un regalo.

Las reuniones familiares son encuentros altamente beneficiosos y necesarios. Algo que se puede observar en los tiempos actuales en comparación con épocas pasadas, es la diferencia de este tipo de reuniones. Lo habitual, en generaciones pasadas eran las reuniones de domingo. Los domingos eran el día festivo por excelencia de la semana, era el día en el que uno se vestía sus mejores galas y se preparaba para la reunión familiar oportuna; la reunión del clan. Entonces las familias eran mucho más numerosas que las de ahora, los parientes vivían física, emotiva y socialmente más cerca de lo que hoy en día viven.

Si os convocase a recordar algo de la época infantil, algo de lo familiar o festivo ¿Qué recordáis inmediatamente?

Las festividades, como decía, tienen un valor característico especialmente para el niño (que perdura en el adulto) dados los sentimientos agradables que evocan en él y que más tarde se verán reflejados en las ideas de índole más abstracta en relación a la celebración.

Lo que teme el niño es el abandono.

Las dos principales fuentes de ansiedad del hombre son las privaciones físicas y emotivas. El hambre y la inanición son sus formas básicas y el abandono (la muerte en último término). Esto es lo que realmente teme el niño, puesto que no entiende la muerte, no teme la propia pero sí la de sus padres ya que ésta implicaría encontrarse abandonado irremediablemente.

Enfrentarse a momentos concretos de sensación de hambre o abandono momentáneo no supone un problema para el niño, si no que forma parte de lo preciso para avanzar en el crecimiento. Reconocer la sensación de hambre y aprender a pedir o buscar saciarse, acceder a la independencia, reconociéndose como individuo independiente del cuidador principal sin la necesidad imperiosa de su presencia constante.

En un nivel inconsciente, estos miedos son experimentados a un nivel exacerbado, llegando a representar y simbolizar todas las ansiedades.

La comida abundante, tan propia del cortejo a la fiesta.

En toda fiesta o celebración hay una buena mesa con comida y bebida abundante. Éste es otro de los puntos clave que contribuyen a que se afiance la confianza en los niños a través de las fiestas y los encuentros familiares. Un lugar bien provisto de alimentos que asegure que se está a salvo de la inanición. La experiencia real tiene un efecto directo sobre lo simbólico, eso que dota de significado y que permanece dentro de uno por siempre, algo verdaderamente importante.

La reunión del clan, también produce su particular efecto. Devuelve al niño el mensaje de que el abandono permanente es poco probable puesto que la experiencia le demuestra que hay familiares más allá de los propios padres en los que poder confiar si de ellos necesitase ayuda.

De lo concreto a lo abstracto

Como decíamos, lo que se puede observar a lo largo de la historia es que las fiestas, celebraciones y rituales son algo que permanece en el tiempo a pesar de que las ideas abstractas centrales vayan cambiando. Toda idea abstracta tuvo un previo precursor concreto.

Es de este modo cómo los niños visualizan la navidad, con la idea concreta de Papá Noel, los Reyes Magos, el árbol, los regalos… Mientras tanto coge forma la idea abstracta, esa que permanece en lo inconsciente. A medida que esos niños crezcan despojarán de esta imaginería concreta su idea de Navidad.

Niños y adultos tenemos la necesidad de comprender las ideas abstractas a través de imágenes concretas. Pensemos por ejemplo en la alegría o el amor, dos conceptos abstractos qué rápidamente asociamos a determinadas imágenes que dan cuenta de los mismos.

La magia de la Navidad

Durante la infancia en los primeros seis años de vida, los niños creen firmemente en la magia de la Navidad, el conejito de Pascua, el Ratoncito Pérez. Más tarde se debaten en la incertidumbre entre la veracidad o no, de los mismos y a su vez comienza a transformarse en un juego entre padres e hijos en el que ambos fingen sostener esa misma idea mágica. Esta dinámica resulta divertida para el niño en la medida en que la puede sostener, hacer creer a los padres que sigue creyendo en la magia de los Reyes Magos.

Pero lo más importante de todo esto y el verdadero sentido de la magia asociada en un primer momento a estas figuras, es lo que continúa posteriormente dando origen a emociones y experiencias felices uniendo a padres e hijos.

Lo satisfactorio de la emoción

Los niños a través de su propia experiencia con el mundo tienen la oportunidad de alcanzar la comprensión de lo abstracto, algo que en la vida adulta les va a permitir comprender y percibir esas mismas ideas abstractas. Instruir a un niño con las ideas y el discurso adulto limita el despliegue de esta capacidad, puesto que dejará de confiar en su criterio. Habrá aprendido a adquirir juicios de valor desatendiendo la emoción, que es lo único que hará realmente satisfactorias determinadas experiencias.

Explicar a un niño que es el amor, coarta la capacidad del mismo para experimentarlo y reconocerlo. Si por el contrario se le permite la oportunidad de conocerlo a través de la experiencia pudiendo reconocerlo y nombrarlo más adelante, también podrá conectar con la verdadera experiencia de amor, con eso de la emoción que lo hace verdaderamente satisfactorio.

Integrar la emoción a través de la experiencia

Así es como la magia de la Navidad, el conejito de Pascua, el Ratoncito Pérez, etc. Son precursores de todo un mundo emocional que solo tiene la oportunidad de anclar raíces en la infancia. Es entonces cuando surge la oportunidad de dotar de sentido emotivo a conceptos que el niño desarrollará a medida que su inteligencia madure.

Que el Ratoncito Pérez deje un regalo a cambio de llevarse el diente del niño, significa para él la representación de lo justo y de la buena voluntad de un mundo que no le quita algo sin una recompensa a cambio. Que sean los propios padres quienes a cambio de un diente ofrecen un regalo al niño, no aporta nada, quizás angustia. Al niño le asusta perder una parte de su cuerpo, pero si lo mágico entra en escena el niño se siente más seguro. Entiende que el mundo existe un orden superior que se encarga del coste de su pérdida.

Seguridad y confianza

La verdadera magia de la felicidad que supone lo mágico de las fiestas, está en que proporciona seguridad durante todo el año. Cuando más necesaria es e incluso en las peores de las circunstancias de la vida.

Necesitamos esa base que construyen las creencias infantiles para edificar sobre ella el fervor moral. Puesto que éste será débil si se construye sobre la razón del adulto que instruye. Es de este modo como los niños desde la infancia aprenden a confiar, valiéndose de la seguridad simbólica que ofrece el espíritu de las fiestas.

Este es el sentido más profundo que las Fiestas Navideñas tienen para un niño, un recuerdo que servirá de sostén en las situaciones más adversas.

Escrito por: Rocío Mallo. Psicoterapeuta. Equipo Clínico. Psicoafirma.

                                                

Bibliografía

Bettelheim, B. (1998).  ”No hay padres perfectos. El arte de educar a los hijos sin angustias ni complejos”

Bettelheim, B. (1975).   “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”

 

 

 

 

 

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