Podemos resumir el concepto “crisis” como una situación difícil, que probablemente nos enfrente a despedidas, pérdidas y cambios.
Nacer, descubrir el mundo, experimentar las sensaciones que generan los estímulos del exterior. Acostumbrarse a los ruidos, la luz, el frío, el calor, los olores. Pasar de ser uno a ser dos, tres. Descubrir que se es otro diferente. Descubrir a ese otro y diferenciarse. Dar los primeros pasitos, dejar de ser bebé y empezar a ser un niño.
¿Dónde está mi bebé? ¡Ya habla, ya no es tan bebé! ¡Cuando llego por la noche del trabajo, ya lo veo cambiado! ¡Es increíble lo rápido que crecen!
Los primeros años de vida, transcurren especialmente rápido, o al menos esa es la sensación de quienes cuidan y atienden a un niño. Son testigos en primera línea de cada cambio, de la velocidad a la que se superan las distintas etapas de crecimiento, o mejor dicho de todas las etapas que se superan en un corto espacio de tiempo.
Ser padre o madre, en este sentido implica una constante despedida. De la barriga de embarazada al bebé recién nacido. Del bebé, como sujeto pasivo (el que solo come, duerme y hace sus necesidades), al bebé que se mueve, se gira, se desplaza, se fija en la luz, los colores, los ruidos, balbucea, sonríe, hace muecas.
Un bebé que pronto deja de ser bebé y pasa a ser niño. El niño que da paso al adolescente. Perder una mascota, el cambio de la guardería al cole, del cole al instituto, los amigos de la infancia, los primos que solo vemos en verano. Una mudanza, empezar estudios universitarios y además hacerlo en una provincia diferente a la natal, el primer desengaño amoroso, el segundo.
¡Las primeras y las últimas veces!
El primer fracaso académico, la primera decepción a tus padres, la última victoria con el equipo de baloncesto. El primer amigo de la Universidad, ese amigo del pueblo al que ya no has vuelto a ver. El último día de prácticas. Dejar de ser adolescente y sentir la responsabilidad del adulto. La última tarde que pudiste ver a tu abuelo, la primera noticia de tu enfermedad, la noticia de la enfermedad de un hijo, de un familiar. Un divorcio, la custodia compartida. Ver a mamá y papá en momentos diferentes, en lugares distintos, incluso en nuevas relaciones de pareja.
¿Qué sucede en situaciones de este tipo? ¿Te identificas con alguna de ellas? ¿Cómo te sentiste? Si algo de esto te ha ocurrido en el pasado ¿Cómo te sientes a día de hoy? ¿Sientes que hay cosas no resultas?
La literatura que uno se puede encontrar sobre el tema de la pérdida muestra cuán diverso puede ser el escenario dependiendo de la persona protagonista y sus circunstancias. Aquello que unos experimentan como desesperanzador o terrorífico, otros lo atraviesan con éxito. Lo que algunos logran elaborar para otros supone un muro imposible de derribar. No obstante, la pérdida pone a uno al frente de la amenaza, la incertidumbre, la desesperación, la acción, el aislamiento, la aceptación y la conexión. Pero sobre todo, con pocas señales que nos indiquen el camino a seguir.
¿A caso es posible no añorar al bebé que ha dejado atrás el niño de ahora? ¿Es posible no sufrir por un desengaño amoroso? ¿Existe una fórmula para evadir la rabia, el miedo o la desolación de una enfermedad que trunca la vida? ¿Es fácil dejar de ser el niño de mamá y ser marido, padre y adulto? La respuesta es ¡NO!
¡Múltiples factores y causas!
Una crisis, un juicio terrible, un encuentro amenazante con la muerte, son experiencias a las que cada persona va a dar respuesta de un modo personal y particular. Afrontar un cambio, una despedida, una situación difícil, una enfermedad; está mediado por múltiples factores puesto que forma parte del continúo de la vida, el cual se ve determinado por factores evolutivos, psicológicos y sociales.
Cualquier experiencia o enfermedad que acerque al individuo a la muerte deja en él, en sus familias y en las personas que lo atienden, una marca inolvidable. Es una de las experiencias más difíciles a las que se expone el ser humano.
¿Qué significa ser paciente?
Kennet J. Doka, reflexiona sobre el término paciente y hace una apreciación que me parece interesante. Lo considera inexacto puesto que el término refiere que el enfermo es un sujeto totalmente pasivo. “La raíz de la palabra paciente significa: alguien sobre el que se actúa”. Sin embargo, señala que los individuos responden mejor a las enfermedades mortales cuando son miembros activos en su propio tratamiento.
Y efectivamente, en la inmensa mayoría de las situaciones difíciles el sujeto que las experimenta toma parte activa, de un modo u otro. Acudir a un especialista, iniciar un proceso de psicoterapia, decidir formar parte de un ensayo clínico, negarse al tratamiento farmacológico, sentir rabia, ira, dolor, tristeza, aceptación o negación del acontecimiento.
¡Las cinco fases del duelo más populares!
De un modo consciente y también inconsciente, uno toma parte activa, reacciona a lo que acontece. Kübler- Ross, psiquiatra y escritora, fue la autora que definió las cinco fases del duelo más conocidas y extendidas en la literatura no académica. No obstante, una de las críticas más significativas sobre su teoría afirma que la aceptación y la negación son mucho más complejas que de lo que ella describió.
Kúbler- Ross percibe la negación como un obstáculo que se debe superar. Autores posteriores, estudian e investigan sobre esto dando cuenta de que la negación y la aceptación son procesos realmente complejos. Logran explicar, cómo para muchos enfermos la negación se torna en algo favorable de cara a su enfermedad. Permite a los enfermos participar en la terapia y sostener la esperanza.
¡La negación!
El tema de la negación entraña una gran complejidad. Por este motivo, lo que me gustaría destacar de ella aquí es el hecho de que no siempre es desfavorable ni mucho menos necesario sortearla o superarla.
Weisman (1972) describió en primer lugar las “Órdenes de negación”. Hace referencia a las múltiples realidades que un paciente podía negar de su enfermedad. Lo resume en tres órdenes; Negación de primer orden: poder negar un síntoma, Negación de segundo orden: no negar el síntoma pero si se niega algún aspecto del diagnóstico, Negación de tercer orden: supone la aceptación del diagnóstico pero la negación del pronóstico como real o probable.
¡La negación como un recurso para vivir!
El mismo autor amplia y facilita la compresión del concepto de negación. Introduce el concepto de “conocimiento intermedio” para hablar de cómo un enfermo moribundo entra y sale en la negación, pudiendo alejarse y aproximarse a la realidad que le acontece. Afirma que la negación es una compañía para el enfermo en su proceso y no un estado del mismo. Se convierte en un recurso para afrontar las realidades de la vida (Doka 2010).
¡La crisis del coronavirus (Covid- 19)!
El pasado 2020 comenzó la epidemia de Covid- 19. Fue declarada como una emergencia de salud pública de preocupación internacional por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los coronavirus (CoV) son una familia de virus que causan enfermedades leves, como puede ser un resfriado común o incluso enfermedades acompañadas de graves complicaciones que lleven al enfermo a la muerte.
Una crisis extendida a nivel mundial, con la que todos en algún momento desde su inicio hasta su estado actual hemos experimentado alguna de las reacciones emocionales de miedo, ansiedad, desesperanza, incertidumbre, rabia, ira, resinación…
Shneidman (1971), un pionero en los estudios sobre la muerte, explica cómo aquellos que se enfrentan a la muerte experimentan un amplio abanico de emociones. No es posible describir a un moribundo en términos de una única emoción. Además, es importante tener en cuenta que las reacciones a una enfermedad mortal no sólo responden en términos de emoción, sino que también se manifiestan a nivel físico, conductual, cognitivo e incluso espiritual.
Respuestas ante una crisis: personal, familiar, de salud o ante la propia muerte (Doka, 2010)
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Respuestas físicas
Muchas personas manifiestan de forma física estrés constante. Tanto en el diagnóstico como en la fase terminal de muerte, ambas son una fuente de estrés agudo. Durante la fase crónica de la enfermedad la sensación de crisis puede disminuir, no obstante surgirán en este periodo nuevos estresores.
Insomnio, dolores de cabeza, mareos, fatiga, nauseas, sensaciones de hormigueo, entre otras sensaciones físicas.
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Respuestas cognitivas
Sorpresa. Es una reacción habitual ante una crisis. Provocará altos niveles de estrés, confusión, desorientación.
Negación. Es una de las respuestas más comunes y como y he mencionado más arriba, una de las más complejas. La persona puede centrarse en un síntoma, en la crisis en sí o en un hecho como elemento aislado. No reconocer la enfermedad y negar en último término la posibilidad de muerte.
Supone uno de los problemas clave en las fases de diagnóstico de una enfermedad, puesto que repercute en la gestión de la información sobre la misma.
Pueden verse afectado, el ámbito laboral, las relaciones personales e incluso la autoestima.
Egocentrismo y constricción e intereses. Con el diagnóstico, la persona limita severamente sus intereses externos para centrarse en sí mismo y el diagnóstico. Es habitual centrar la atención en las sensaciones corporales. La enfermedad es fuente de estrés. Las interacciones con otros pueden verse limitadas por las características de la crisis, la hospitalización del enfermo. Los familiares del afectado también pueden verse envueltos en la crisis, experimentando este egocentrismo.
Regateo. Es la sensación y la creencia de que si uno omite o adopta ciertos comportamientos poniendo en marcha acciones concretas podrá evitar o anticiparse a la enfermedad o la muerte. En un primer momento esta creencia puede generar una buena adherencia al tratamiento, pero a medida que la crisis o enfermedad progrese llega el desencanto y el impacto puede ser negativo.
Por este motivo es de vital importancia que los mensajes que se les ofrezcan sean esperanzadores pero realistas.
Imagen corporal y autoestima. Encontrarse en una crisis, en una enfermedad o en un tratamiento, pueden ocasionar un deterioro físico, minando la percepción de atractivo físico. La imagen corporal está estrechamente relacionada con la sexualidad, la identidad de género, el auto- concepto y la autoestima.
Por lo que los cambios en la imagen corporal pueden afectar a aspectos de la identidad y la autoestima.
Condición existencial. Los sucesos de crisis y en especial una enfermedad mortal intensifican inevitablemente la conciencia de muerte del individuo. Esto hace que aquellos afectados y sus allegados echen la mirada atrás en sus vidas dando sentido al pasado y evalúen tanto el presente como el futuro.
Deterioros cognitivos. El estrés producido por el evento de crisis puede provocar efectos d deterioro cognitivo. Olvidos, confusión, incapacidad para concentrarse. Pueden reactivarse dificultades previas no resueltas y podría crear tanto estrés que las habilidades de afrontamiento del individuo pueden verse superadas.
Pensamientos suicidas. La aparición de pensamientos suicidas en momentos de crisis es algo muy habitual. La ansiedad por la supervivencia, el bienestar de uno mismo o los demás puede ocasionar el pensamiento suicida. La amenaza de suicidio puede aparecer y desaparecer en distintos momentos a lo largo de la crisis o enfermedad.
Esperanza. La esperanza puede ser un gran aliado para quién sufre una crisis, puesto que fortalece las destrezas de afrontamiento. No obstante el foco de la esperanza cambia a lo largo del proceso de crisis.
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Respuestas emocionales
Culpabilidad y vergüenza. Éstas son reacciones habituales frente a la enfermedad mortal. Se puede sentir culpa por haber mantenido ciertas conductas personales o estilos de vida poco favorables. Se puede sentir culpa moral, percibiendo la enfermedad como un castigo merecido. Puede aparecer la culpa de rol, bien por haber mantenido ciertos comportamientos dentro de un rol concreto a lo largo de la vida o bien por sentir que se es una carga.
Ira. Sentir ira, es una expresión emocional muy habitual. Enfurecerse por las complicaciones a las que uno se expone enfrentando un suceso de crisis o enfermedad mortal. Uno puede sentirse engañado, molesto, ¿Porqué yo?
En ocasiones la ira puede dirigirse a algún otro externo. Por ejemplo, culpar de la emergencia sanitaria del Covid- 19 única y exclusivamente a un partido político sin tener en cuenta otras variables.
La ira también puede dirigirse a los cuidadores, hacia uno en concreto mientras que los demás están exentos de culpa alguna. Puede incluir a amigos, familiares. Es importante reconocer y diferenciar las quejas de quién enfrenta la crisis o enfermedad para poder diferenciar si se trata de una expresión de ira o no.
La ira debe ser examinada con extrema cautela por un terapeuta, puesto que aunque no deja de ser una respuesta natural puede generar mucha tensión interpersonal.
Celos y envidia. Ambas son emociones humanas comunes. En una etapa de crisis pueden aparecer estos sentimientos respecto de otros que no se encuentran en la misma situación o no atraviesan una enfermedad. Es probable que aparezca el resentimiento de quién no valora o aprovecha su buen estado de salud.
Miedo y ansiedad. El miedo a lo desconocido, a la soledad, a la pérdida de amigos, familia, a la pérdida de funciones mentales y orgánicas, a la pérdida del control, al dolor al sufrimiento. Miedo a la repercusión del evento de crisis o enfermedad sobre los roles o la identidad de la persona.
Los miedos, junto con ansiedad pueden ser destructivos e discapacitantes. Es habitual conocer casos de personas que recurren por ejemplo al alcohol con el fin de buscar aliviar la sensación de ansiedad.
Es importante que un terapeuta evalúe con frecuencia el nivel de ansiedad, el modo en cómo afecta y las estrategias que se emplean para su manejo.
Duelo, tristeza y depresión. Son sentimientos esperables frene a una situación de crisis, pero es especialmente importante diferenciar el duelo y la tristeza de la depresión. Puesto que la depresión es una categoría diagnóstica, que puede manifestarse de múltiples formas y en la que se puede experimentar tristeza, fatiga, pérdida del interés por cualquier actividad. Será necesario el criterio de un experto.
Resignación. Reconocer la inevitabilidad del suceso o la enfermedad. La aceptación, es una respuesta común, pero puede ser una respuesta complicada, puede reflejar resignación o también un colapso emocional.
“Cada individuo muere de un modo similar a como ha vivido. Los modos en que uno responde habitualmente a las crisis cotidianas nos dan claves sobre el modo en que el cliente responderá a la crisis de la enfermedad o de la muerte” (Doka, 2010).
El caso por caso, la individualidad, lo particular de cada circunstancia, del sujeto, de su personalidad e identidad, del suceso que atraviesa, éstas y otras, serán el conjunto de variables que darán como resultado un estilo de afrontamiento u otro.
Es por este motivo por el que no existen guías concretas de resolución y alivio del malestar directo, si no que serán necesarias habilidades que permitan y ayuden a identificar el problema y ponerlas en funcionamiento. Se necesita a alguien esté dispuesto a aceptar el rol de compañero de viaje de aquellos que se enfrentan a este terreno desconocido, un amigo, un familiar, un cuidador o un psicoterapeuta.
En Psicoafirma disponemos de un equipo clínico preparado y comprometido con este rol de acompañamiento de aquellos que lo necesites y decidan acudir a nuestro centro.
¿Y la Covid-19 que te ha hecho perder? ¿Podemos ayudarte?
Escrito por: Rocío Mallo. Psicoterapeuta Equipo Clínico. Psicoafirma.
Bibliografía
Caellas, A.M., Kahane, S., Sánchez, I.(2010).“El quehacer con los padres. De la doble escucha a la construcción de enlaces”. HG Editores.
Doka, K. (2010) “Psicoterapia para enfermos en riesgo vital”. Editorial Desclée de Brouwer, S.A.
Payás, A. (2010) “Las tareas del duelo”. Paidós.
Gran artículo y “Las tareas del duelo” es una lectura muy recomendable.