La tarea de ser padre: una experiencia en Alcalá de Henares.

En este artículo queremos contaros algunas de las conclusiones a las que llegamos tras nuestra experiencia impartiendo un taller sobre la tarea de ser padre en el IES Doctor Marañón de Alcalá de Henares. Compartimos cuatro sesiones con padres del alumnado del centro y como demanda principal nos pedían estrategias para el manejo de la comunicación con el adolescente.

Os resumimos aquí, algunas de las claves más importantes para el manejo de la comunicación, los límites, la autoridad y la sexualidad con el adolescente. Os dejamos algunas notas sobre el valor de la intimidad, la autonomía, la independencia y la confianza.

¿Cómo puedo comunicarme mejor con mi hijo adolescente?

Lograr una comunicación efectiva en términos generales, no es fácil. El motivo está en lo que implica comunicarse; escuchar, entender, pensar y responder. Para poder mantener un diálogo es preciso tener en cuenta al que habla y lo que éste dice, al que escucha y lo que escucha, las circunstancias de ambos y los juicios previos que cada interlocutor tiene sobre el otro.

Teniendo esta primera idea clara, empezar por el principio significa comprender a padres e hijos en sus respectivos momentos vitales y evolutivos.

¿Qué significa ser padre?

Quienes ejercen como padres adoptan el papel de referentes más importantes para el niño en cuestión. Lo cuidan, nutriéndolo física y psicológicamente de tal forma que cuerpo y mente van tomando forma. Os preguntaréis, ¿Cómo se nutre aun niño psicológicamente? La respuesta es, ejerciendo las funciones materna y paterna.

La mente del niño en construcción.

Es en la etapa de la infancia cuando se construyen las bases de la personalidad y por eso es especialmente importante que haya una figura adulta presente, cercana y atenta capaz de generar un buen vínculo con el niño. La calidad de este vínculo no va a depender del tanto tiempo que se dedique al niño, si no de la calidad de ese tiempo. Lo importante es poder estar pendiente de él y disfrutando de su compañía.

La personalidad se forma a través de los procesos de identificación. Un proceso de identificación es aquel que se establece con quién permanece cerca ejerciendo como cuidador principal. Es decir, el adulto o los adultos que cuidan al niño desde que nace y lo acompaña en la aventura de crecer.

Cuando un bebé llega al mundo, es un ser totalmente indefenso y dependiente de los cuidados del adulto. Se establece eso que los psicólogos llamamos la función materna. Habitualmente, es la madre quién ejerce esta función y el motivo radica en una cuestión de pura biología. No obstante, es preciso señalar que la puede ejercer el padre o cualquier otro adulto disponible para entregarse en cuerpo y alma por un tiempo al bebé.

Entregarse en cuerpo y alma.

Quién ejerce esta función materna se fusiona con el niño durante los primeros meses de su vida. El bebé, durante sus primeros meses no tiene conciencia de sí y cree que es algo unido en una misma cosa con ese adulto que lo cuida. Esto debe ser así, puesto que el bebé necesita sentir todas sus necesidades físicas y psíquicas cubiertas.

Las necesidades físicas las conocemos bien ¿Cuáles son las psíquicas? Son todas aquellas que tienen que ver con el amor en todas sus formas; la calma, el calor, las caricias, los besos, el balanceo que tranquiliza y contiene del mecer. El bebé necesita sentir que es el único, el mejor, el más maravilloso, “His majesty the baby” así nombraba Freud al lugar que el bebé debe ocupar en esta etapa de la vida. Es de este modo como percibe el amor que nutre en lo psíquico, que le va a permitir construir una base sólida de seguridad en sí mismo, de autoestima y de la percepción de que el mundo es un lugar confiable que poder descubrir y explorar.

¡Amor es lo que se necesita para crecer!

Este es el equipo que cualquier niño necesita para comenzar la aventura de crecer, para transitar de la dependencia absoluta a la independencia de la madurez adulta. Aquí entra en juego la segunda función, nombrada por los primeros teóricos como función paterna, pero que cómo siempre recordamos podría ejercer indistintamente, un hombre o una mujer y no necesariamente el padre biológico.

Los límites se instauran desde la infancia.

Tras los primeros meses de fusión del bebé con la madre, llega el momento de comenzar a separarse, esto debería darse entorno a los 6 o 9 meses. Para esta nueva tarea es imprescindible la función paterna. Será esta función paterna la que hará comprender al niño que mamá no siempre está disponible, que también tiene otros intereses y que además tiene obligaciones que ya sí debe atender. La función paterna, marca los primeros límites, pronuncia los primeros ¡No! Que hasta ese momento no se le pronunciaban al bebé. ¿Recordáis ese momento? Hay un tiempo en el que todo, TODO, se le concede al bebé y así lo precisa. Más tarde llega el momento en el que ya TODO, no puede ser (ni tampoco debe ser).

El gran conflicto: los límites.

Los límites son otra de las herramientas más importantes para el logro de la independencia. Ser capaz de decir ¡NO!, es ser capaz de poner un límite. ¿Es fácil decir NO a un hijo? Decir a un hijo que hay cosas que no puede hacer, cosas que no se le pueden conceder y mantenerse firme en la decisión tomada no acostumbra ser tarea fácil.  Se ponen en juego un entramado de sentimientos y fuerzas internas que hacen creer a algunos padres que si ponen límites sus hijos, éstos los van a dejar de querer. Pero lo que desconocen es que la infancia más saludable es la que se construye sobre esos pilares, los de los límites.

Un pilar es un elemento estructural resistente, es un instrumento que sostiene, sobre el que se apoya algo. Podríamos decir que los límites son ese instrumento que guía y sostiene al niño mientras crece.

El equilibrio entre los límites y la flexibilidad.

En el taller con padres, ésta una de las grandes cuestiones ¿Cómo se consigue el equilibrio entre los límites y la flexibilidad? En la edad adolescente esta cuestión adquiere un papel principal puesto que es una etapa en la que se reclama independencia y autonomía, pero en la que los padres siguen siendo los responsables de sus hijos. El debate surge de la importancia que tiene en esta etapa el permitir al adolescente independencia, autonomía e intimidad. Ser padre implica autorizarse a ser eso mismo, padre. Consiste en tomar decisiones por uno mismo. Y éstas serán las que permitan el equilibrio entre los límites y la flexibilidad.

Independencia

El adolescente prefiere hacer cosas con otros iguales y ya no tanto con los propios padres. En ocasiones para los padres puede resultar difícil observar estos cambios ya que pueden ser experimentados como un rechazo hacia ellos, no obstante, se trata de una conquista de lo propio. Los adolescentes no dejan de querer a sus padres, quieren que estos les permitan crecer junto otros que en este momento son el refugio más seguro.

Necesitan un límite que les diga, me preocupa que vuelvas tarde a casa y por eso la hora a la que debes llegar es esta. Necesitan sentir que hay un padre que vela por su seguridad y bienestar, que se preocupa por mantenerse firme con la norma impuesta pero que también comprende que es preciso un margen de flexibilidad en dónde el adolescente siente que adquiere independencia.

Por ejemplo, pudiendo volver más tarde a casa el adolescente decide dentro de ese límite horario, a qué hora va a llegar. Muchos padres sorprendían a otros contando esto desde su experiencia: “Hemos aprendido a confiar en él y él llega a casa aproximadamente a las 10 sin que nosotros se lo impongamos”.

Autonomía

Confiar en el hijo adolescente, permite al adolescente confiar en sí mismo y por tanto conquistar nuevos aspectos de la autonomía. Comenzar a ser autónomo implica hacerse cargo de lo que uno hace y decide, implica responsabilizarse y por tanto detenerse a pensar dos veces en lo que se va a poner en marcha. Decidir por uno mismo.

Intimidad

Representa el valor del espacio privado. Lo íntimo toca lo propio y los adolescentes se encuentran descubriendo eso que les es propio. La crisis adolescente, supone un gran caos interior que se advierte en los espacios que los adolescentes habitan: las habitaciones patas arriba. En ese desorden despliegan fantasías, sueños y frustraciones, es el lugar en el que atesoran recuerdos de lo afectivo y que por tanto adquieren gran valor. Este espacio propio e íntimo, precisa de un respeto por parte de ambos padres, será preciso:

  1. Llamar a la puerta antes de entrar (en la medida de lo posible).
  2. Evitar inspeccionar los efectos personales del adolescente, para averiguar “en qué anda”.
  3. Preguntar para saber en lugar de interrogar para controlar.

Los padres tienen el derecho de querer saber, pero para sostener la verdadera confianza de los hijos, este derecho debe adquirirse a través del diálogo y la transparencia. Los hijos por su parte, deben a los padres, amor, respeto y consideración algo que también precisan recibir.

La autoridad.

Criar a los hijos supone entre otras cosas, ejercer autoridad en muchas ocasiones. Pero la autoridad ha perdido prestigio, ya no está de moda. Ejercer autoridad no significa ser autoritario. Confundir esto es parte del error. El autoritarismo, es una modalidad del ejercicio de la autoridad que impone la voluntad de quien ejerce el poder en ausencia de un consenso construido de forma participativa.

Lo que debe quedar especialmente claro para lograr el verdadero equilibrio entre los límites y la flexibilidad es que la autoridad, es una cadena de mando que no se puede negociar. Y al mando de la casa deben estar los padres, siempre un escalón por encima, brindando la oportunidad de escoger entre varias opciones.

Poder escoger hace sentir al adolescente que tiene voz propia y una cierta potestad. No obstante limitar las opciones permite a los padres seguir al frente de los mandos sosteniendo un límite.

Resumiendo claves:

El objetivo principal del taller, era el de lograr comunicarse con el adolescente ¿Es posible comunicarse poniendo límites?

  1. Lograr que un hijo respete y asuma un límite, implica poder tener en cuenta todas aquellas conductas positivas que éste tenga. Premiar con la atención y los elogios a estas conductas será muy efectivo.
  2. Reforzar las conductas apropiadas permite un mejor resultado que el de reñir o señalar por las conductas inapropiadas. No obstante, es preciso recordar al adolescente que todo acto tiene su consecuencia, cuando lo que se dan son conductas inapropiadas.
  3. Ser firme. Como señalábamos previamente, mantenerse en lo dicho es importante para que conserve el valor que tiene. En primer lugar, serán quienes impongan las reglas los deben respetarlas con sus consecuencias. D esta forma se transmite al hijo el mensaje de que las normas están para cumplirlas, que las cosas tienen consecuencias y que la palabra tiene un valor ya que siempre se cumple.
  4. Entre adultos y entre parejas de padres, será importante tener en cuenta la importancia de la consistencia entre ambos de las reglas y consecuencias establecidas.
  5. Para que la comunicación sea abierta y efectiva, los hijos deben sentir que sus padres desean verdaderamente escucharlos y que se les presta atención.
  6. Escuchar reflexivamente devuelve la idea de que todos nos comunicamos en dos niveles: el nivel del contenido y el nivel emocional.
  7. Estar dispuesto a comunicarse con un hijo y haber aprendido a escuchar es lo que va a facilitar y permitir la posibilidad de un ambiente que estimule la confianza y la seguridad.
  8. Ser receptivo frente a las expresiones no verbales de un hijo, permite reconocer sus estados de ánimo, sus sentimientos y el estado actual de su mente.
  9. Los adolescentes, en su crisis particular, tienden a sentir rencor hacia sus padres o una excesiva dependencia de ellos cuando los padres les aconsejan de forma insistente en lugar de dejarlos aprender por sí mismos. ¡Que importante es la propia experiencia!
  10. Algo que puede facilitar la gran tarea de padres e hijos es el resolver en lo cotidiano los conflictos importantes. Es decir, en el mismo instante en el que acontecen los sucesos, mencionarlos, no pasarlos por alto. Pronunciarse al respecto de lo ocurrido sin convertir la escena en juicio popular o una clase magistral enseña al adolescente que las cosas tienen un valor y unas consecuencias además de fomentar una mayor cohesión familiar.

La sexualidad.

La sexualidad es otro de los grandes temas de la adolescencia y como no, tuvo su espacio a lo largo de este encuentro con padres. La biología con lo hormonal marca el punto de partida de la adolescencia; la pubertad.

En este momento se dan los primeros cambios en el cuerpo y se experimentan nuevas sensaciones, extrañas al inicio y placenteras posteriormente. Se transforman las formas de afecto y contacto con los otros, ahora las caricias los besos y los abrazos tienen otro significado y otro destino. Se transforma la forma expresar el afecto a los padres, se rechazan los besos y abrazos con éstos (al menos en público) y se demandan de los iguales.

El adolescente se pregunta ¿Qué es esto que le pasa a mi cuerpo? ¿Qué significa esto que siento? Una de nuestras grandes tareas en el instituto fue la de transmitir la importancia de todo esto; hacer comprender cómo la sexualidad cambia el registro y transforma al niño en adolescente y pensar sobre las similitudes y diferencias entre la amistad y el amor.

Allí pudimos señalar la importancia de la sexualidad en la adolescencia, y como el poder transmitir a un adolescente que el sexo también implica responsabilidad y afecto.

Claves para el manejo de la sexualidad con un hijo:

  1. Nunca eludir el tema de la sexualidad.
  2. Responder siempre con naturalidad, llamando las cosas por su nombre.
  3. Para hablar de este tema, ser breve, claro y conciso.
  4. Ofrecer respuestas adecuadas a la edad del niño o adolescente.
  5. Asegúrate de la que duda ha quedado resuelta.
  6. Una vez más, hablar de manera espontánea y cotidiana, con diálogo abierto y no centrarlo en una charla, ayudará a sentir menos incómodo el asunto.
  7. Tener en cuenta que la educación sexual no se limita a hablar del coito. Si no que abarca:
    1. La salud reproductiva.
    2. El deseo sexual.
    3. Las relaciones interpersonales.
    4. La intimidad
    5. El afecto.
    6. La atracción.
    7. La imagen corporal.
    8. El género.
  8. Será importante abarcar todos los aspectos de la sexualidad, según sus diferentes necesidades.
  9. Evita bajo cualquier concepto desvelar experiencias íntimas personales.
  10. Busca siempre una conversación neutral, salvo si tu hijo quiere hablar directamente de sí mismo.

“Uno no nace sabiendo como ser padre, ser padre es algo que se construye” J. Knobel

 

Escrito por: Rocío Mallo. Psicoterapeuta. Equipo Clínico. Psicoafirma.

Bibliografía.

Knobel, J. (2015) Mi hijo es un adolescente.

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